El 12 de abril de 1961 el teniente primero de la Fuerzas Aéreas de la URSS, Yuri Alexéyevich Gagarin, realizó en la nave Vostok el primer vuelo tripulado al espacio en la historia. El hombre entró en un nuevo medio totalmente desconocido, enfrentándose a problemas y tareas que nunca se habían resuelto en la ciencia y la tecnología. Y lo más importante, no se sabía con seguridad si el hombre podría aguantar un vuelo al espacio.
“¡Ojalá vuele y regrese vivo!”, dijo el ingeniero general Serguéi Koroliov después del despegue del cohete portador. Así pensaban todos, los dirigentes del programa espacial, los diseñadores de los artefactos, el personal de apoyo… todos anhelaban que regresara con vida. Y Gagarin regresó tras pasar 108 minutos históricos en el espacio y se convirtió en el primer hombre en conquistar el cosmos, asegurando a la URSS un lugar pionero en el ámbito de la exploración espacial...
Los ingenios
En el cosmódromo de Baikonur el cohete portador Vostok 8К72К, de casi 39 metros de largo, estaba preparado para ser lanzado al espacio con la nave Vostok-1, en la que debía volar Gagarin. La nave de forma esférica (informalmente los especialistas se referían a ella como “sharik”, “bolita” en ruso) era una continuación de la serie de aparatos cósmicos Spútnik.
Bajo este módulo de 2,4 metros de diámetro con un asiento para el cosmonauta, se encontraba un módulo con equipos y el motor retrocohete que propiciaría el regreso, ajustado al módulo principal con cintas especiales. Las esferas más pequeñas eran tanques de oxígeno y de nitrógeno (que usaban pequeños motores de corrección de la nave en el espacio). El vehículo al completo medía casi 5 metros de altura.
Dado que no se sabía bien cómo el cosmonauta se iba a sentir y a comportar en el espacio, se decidió que los vuelos de las Vostok fueran automáticos. Sin embargo, el piloto podría tomar el control manual si fuera necesario. Para esto disponía de un sobre con las instrucciones para desbloquear el sistema, pero el lugar donde se encontraba el sobre lo podían indicar sólo desde la Tierra en caso de necesidad.
El despegue
El 12 de abril de 1961 empezó para Yuri Gagarin a las 5:30 de la mañana en la casita de descanso de los cosmonautas. Al salir de la habitación, dejó su firma en el marco de la puerta, y desde aquel entonces esto se convirtió en una tradición de todos los cosmonautas.
Yuri Gagarin y su suplente, Guerman Titov, llegaron en un autobús a la pista de despegue vestidos con traje anti G de color naranja y con un casco con la inscripción “CCCP” (URSS), con varios sensores y cables enganchados, acompañados por sus colegas del grupo de pilotos con quienes habían realizado el entrenamiento espacial.
Gagarin por confusión no dio parte oficial al presidente de la Comisión estatal, sino al ingeniero general Serguéi Koroliov, tras lo cual lo acompañaron ya que con el traje de espacial no podía subir por la torre de servicio, y lo instalaron en la cápsula. Con todo preparado, el lanzamiento se tuvo que retrasar tres horas por un fallo en el sensor de hermeticidad.
Durante estas largas horas de espera Yuri cantó canciones populares, escuchó música que le transmitieron por radio, probó los canales de comunicación y transmitió indicaciones sobre los equipos. La ventanilla estaba cerrada por el carenado que se desprendería cuando la nave alcanzara una altura casi fuera de los límites de la atmósfera terrestre.
Koroliov estuvo conversando con Yuri, quien no se mostraba nervioso, aunque esto no quedaba claro a través de la imagen televisiva que se transmitía desde la nave, de muy baja calidad. El rostro del cosmonauta estaba casi totalmente oculto bajo el casco hermético. “¡Yura! ¡Buen viaje!” “¡Hasta tu vuelta a la Tierra!”.
Finalmente los especialistas en telemetría informaron de que las señales de los sensores estaban dentro de la norma. Empezó la cuenta atrás. Koroliov le dio al cosmonauta todas las órdenes para poner en marcha el cohete y Yuri las fue siguiendo. Cuando el director del proyecto le dio la última indicación, en el momento de despegue Gagarin le respondió con calma: “¡Vámonos!” (“Poyéjali” en ruso). Esta frase se convirtió en uno de los símbolos de la era espacial y en parte de la cultura popular rusa, y hasta ahora se sigue usando antes de iniciar algún trabajo o proyecto, o como brindis.
El vuelo
Y precisamente en ese momento la comunicación se cortó. Durante unos largos 20 segundos no llegó ningún sonido del cosmonauta, lo que puso a todos extremadamente nerviosos.
Cuando la comunicación se restableció, Yuri siguió informando a la Tierra sobre lo que experimentaba a pesar de las sobrecargas; decía que se sentía muy bien. Su señal de llamada era “Kedr” (Cedro), la señal de llamada de Koroliov era “Zariá-3” (Aurora-3).
Transcurridos 153 segundos se quitó el carenado, en la ventanilla apareció una luz brillante y por primera vez en toda la historia el hombre vio la Tierra desde la altura de unos 300 kilómetros. Allí la superficie del planeta se percibe como un mapa: una cinta de un río, unas manchas de la taiga… así se veía el paisaje de Siberia sobre el que voló el cosmonauta. Tanto le impresionó la vista, que gritó violando todas las instrucciones: “¡Qué hermoso!”. Y luego con voz neutra continuó leyendo las indicaciones de los equipos.
Cuando la nave empezó a adquirir la velocidad de escape, Gagarin experimentó graves sobrecargas, tantos que no podía ni moverse, su pulso aumentó hasta 150 pulsaciones por minuto. Pero a medida que el cohete superaba la fuerza gravitatoria, las sobrecargas disminuyeron. En la tercera etapa el cohete se desprendió, y la cápsula con el módulo de equipos y el motor retrocohete entró en órbita. Gagarin entró en estado de ingravidez. Desde el lanzamiento habían pasado poco más de cinco minutos.
Ahora el cosmonauta estaba volando a una velocidad de cerca de 8 kilómetros por segundo (28.260 kilómetros por hora). La velocidad de escape resultó un poco más alta de lo previsto y cuando los especialistas calcularon las consecuencias de esta nueva situación, se reveló que el motor retrocohete no había funcionado y el regreso de la nave se realizaría dentro de su plazo máximo de tiempo en órbita, es decir, al cabo de 8-10 días. Por suerte, la nave contaba con buenas reservas de oxígeno y alimentos.
Según le dijeron a Gagarin, la nave regresaría a la Tierra en cualquier caso, aunque no funcionase ese motor, transcurridos tres o cuatro días, y lo haría descendiendo paulatinamente de su órbita. Según las memorias de aquéllos que participaron en la preparación del vuelo, Gagarin tenía un sobre con un mensaje de parte del Gobierno de la URSS con una petición de ayuda para que el ciudadano soviético regresara a casa en caso de aterrizar en otro país, así como una pistola, una maletín con alimentos (en caso de que aterrizara en bosque) y todo lo necesario para un amerizaje en el océano.
Por si acaso
Antes del vuelo Gagarin grabó un mensaje oficial dirigido al pueblo soviético, al Partido Comunista y al Gobierno, revisado y aprobado por el Presídium del Comité central del Partido. Sin que Gagarin estuviera al corriente, también se había preparado un mensaje oficial en caso de que falleciera. Los mensajes oficiales sobre el éxito del vuelo y sobre la muerte del cosmonauta, y la petición al gobierno de otro país en caso de que Gagarin aterrizase fuera de las fronteras soviéticas, fueron enviados a la televisión y a la radio.
Pocas personas sabían que el 12 de abril de 1961 se estaba realizando el histórico experimento del primer vuelo del hombre al espacio. Incluso la esposa del astronauta recibió la noticia tras el regreso de Gagarin, por radio, como con todo el país. Llamaron al famoso presentador de radio Yuri Levitán al estudio. Posteriormente la conocida voz, encargada de la lectura de los informes más importantes, recordaría que sólo una vez se había puesto tan nervioso: cuando debió locutar el mensaje gubernamental sobre la victoria en la Gran Guerra Patria.
Pasados muchos años, se reveló que Gagarin antes del vuelo había escrito una carta a su esposa, Valentina, en la que le expresó la esperanza de que, si falleciera, ella y sus hijas estarían atendidas, y le pidió que cuidara a los parientes de Yuri. Un general la guardó “por si acaso” y luego esta carta permaneció en el Estado Mayor de las Fuerzas Aéreas de Rusia.
La orientación
La nave en la que volaba Yuri empezó a girar sobre su propio eje, lo que habría podido impedir que la nave regresara a la Tierra. Para que el motor retrocohete cumpliera correctamente su función, la esfera necesitaba recular, con la tobera del motor adelante. En esa posición, cuando el motor de retrocohete se pusiera en marcha, la nave frenaría y regresaría a la Tierra. Pero si el motor retrocohete se encontrase de costado, la nave podría llegar a la Tierra fuera de su curso y perderse, y en caso de que el motor quedara detrás, en vez de la retardación se podría producir aceleración y la nave saldría de la órbita y el regreso no se podría realizar a tiempo o no se haría en las condiciones adecuadas.
La comunicación con la Tierra se perdió cuando la nave atravesó el océano Pacífico (en aquel entonces la Unión Soviética todavía no enviaba a alta mar naves con retransmisores, que facilitaban una comunicación ininterrumpida). Casi 50 minutos, o la mitad de su vuelo, Yuri estuvo volando sin el apoyo de la Tierra. Solamente podía enviar señales cortas cifrados, que se podían recibir en todo el mundo. El Estado Mayor soviético conocía por estas señales que todo estaba bien en la órbita.
Cuando Gagarin sobrevolaba América del Sur, en el 44.º minuto de su vuelo, el sistema de orientación automática de la nave arrancó y el aparato tomó una posición correcta (los sistemas de orientación de las primeras naves satélites tenían el Sol como punto de referencia). Durante este proceso, la nave recorrió el Océano Atlántico. El motor retrocohete se encendió a tiempo y funcionó los 40 segundos previstos. En cuanto se desconectó el motor, la nave volvió a girar sobre sí misma en diferentes planos.
Ahora la cápsula debía liberarse de la sección de equipos para que la entrada en la atmósfera fuera segura. Se desconectaron las tirantes que unían las partes de la construcción, pero los cables que conectaban la cápsula y el módulo de equipos siguieron unidos. Finalmente la cápsula se separó a las 10:35 y no a las 10:25 (hora local) como estaba previsto. Durante estos largos diez minutos Gagarin transmitió a la Tierra la señal que significaba que todo estaba bien (“No hacía falta armar ruido”, como más tarde escribiría el cosmonauta), pero informó por teléfono de que el retrocohete había funcionado bien y de que la separación no se había producido.
El descenso
El retrocohete estuvo encendido hasta que agotó el combustible (40 segundos), mientras que se esperaba que al alcanzar la velocidad deseada el motor se desconectara. Pero este cambio en el funcionamiento previsto del motor no alteró significativamente la trayectoria de la nave y no alteró tampoco el ángulo de descenso significativamente (lo que habría podido provocar que la nave se hubiera incendiado) probablemente gracias a que el módulo de equipos seguía conectado a la cápsula.
Al final, los cables se quemaron y la cápsula fue liberada. Yuri se preparó para salir de la nave. La nave se bamboleaba, se vio una extraña luz purpúrea en las ventanillas, que significaba que se estaba quemando la capa cerámica de protección del vehículo. La ingravidez desapareció, subieron las sobrecargas y, cuando éstas pasaron, se oyó el silbido del viento.
Cuando por fin Gagarin salió catapultado y empezó a descender con el paracaídas principal, vio desde la altura un río grande y adivinó que era el Volga, con una ciudad al lado, probablemente Sarátov, la ciudad en la que Gagarin se había formado como piloto. Y luego el paracaídas suplementario no se abrió correctamente, amenazando con enrollarse alrededor del principal y cerrarlo. Pero luego un soplo de viento lo llenó y Gagarin siguió descendiendo con dos paracaídas, que es también muy peligroso.
Pero no fue ése el último peligro que pasó el cosmonauta al volver del espacio. Estaba descendiendo con el traje espacial con el casco cerrado y el conducto de aire que utilizaba dentro de la cápsula se cortó, pero la válvula para el aire en la escafandra no se abrió, y el cosmonauta respiraba con el aire que quedaba todavía dentro del traje. Por fin, tras seis minutos de intentos, logró abrir la válvula y aterrizó suavemente en un campo labrado, a orillas del Volga, cerca de Sarátov, a las 10:55, hora local.
A una distancia de unos cien metros, Yuri vio a una mujer con una niña. Ésta, al ver a un hombre llegado del cielo en paracaídas, vestido con traje color naranja y con casco, se asustó y salió corriendo. “¡Soy de aquí”!, les gritaba Yuri, “¡no os asustéis!”.
Gagarin tenía un radiofaro instalado en el traje espacial y en cuanto el cosmonauta tocó tierra, los servicios terrestres supieron en seguida de su aterrizaje. El mensaje del vuelo exitoso fue transmitido por todas las estaciones de radio de la URSS. Así el mundo conoció al piloto cosmonauta de la URSS, el mayor Yuri Alekséyevich Gagarin, el primer hombre en la historia que logró ver nuestra Tierra desde el espacio.
A Yuri le fueron a buscar los campesinos de una localidad cercana, que ya sabían del vuelo a través de la radio, lo ayudaron a salir a la carretera. Le daban apretones de manos, lo abrazaban, le gritaban y felicitaban. Pronto un helicópleto lo llevó al puesto de aviación cercano, de donde lo llevaron a Sarátov, y de allí a la ciudad de Kuíbyshev (actualmente Samara), donde lo recibieron Koroliov y varios dirigentes.
A Gagarin lo esperaban reuniones de alto nivel, el alborozo de las multitudes en su país y en todo el mundo, la verdadera gloria mundial.
Siete años después recibió otra llamada del cielo, la última. Gagarin falleció el 27 de marzo de 1968 cuando el avión de caza que pilotaba durante un vuelo rutinario se estrelló cerca de Moscú. Fue entonces cuando la esposa del cosmonauta, Valentina, recibió su carta de despedida escrita antes del vuelo de 12 de abril de 1961.
Tomado de Rusopedia