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domingo, 11 de abril de 2010

La masacre de Katyn

Fosa de Katyn

Tras el final de la Primera Guerra Mundial, la frontera entre Rusia y Polonia fue establecida a lo largo de una línea que paso a conocerse como la línea Curzon, siendo Lord Curzon el hombre de estado británico que la propuso.

Esta línea de demarcación no era del agrado de los polacos, que pronto entraron en guerra contra la Unión Soviética para hacer retroceder sus fronteras hacia el este. La Unión Soviética contraatacó y estaba preparada no solamente para defenderse a sí misma, sino también, y en contra de los consejos de Stalin, para liberar a Polonia entera. Stalin consideraba que tal propósito estaba condenado al fracaso, porque según él el nacionalismo polaco todavía era muy fuerte. Los polacos habían dejado claro que NO querían ser liberados por lo que no valía ni la pena intentarlo. De ahí que los polacos opusieran una feroz resistencia al avance de los soviéticos. En último momento la unión Soviética se vio forzada a retirarse e incluso a ceder territorios al este de la línea Curzon a Polonia. Los territorios en cuestión eran el oeste de Bielorrusia y el oeste de Ucrania (unos territorios inmensamente más poblados por bielorrusos e ucranianos respectivamente, en comparación con la población polaca). Todos estos incidentes no podían sino exacerbar la desconfianza mutua entre polacos y rusos...

El 1 de septiembre de 1939, la Alemania Nazi invadió Polonia. El 17 de septiembre, la Unión Soviética movilizó sus fuerzas para reocupar aquellas partes de Polonia que se encontraban al este de la línea Curzon. Tras haber ocupado estos territorios, la Unión Soviética inició el reparto de la tierra a los campesinos e implementó el tipo de reformas democráticas que son tan populares para el pueblo e muy impopulares para los explotadores. Durante la batalla para retomar los territorios al este de la línea Curzon, la Unión Soviética capturó a unos 10 000 oficiales polacos, que se convirtieron en prisioneros de guerra. Estos prisioneros fueron luego llevados a unos campos en el territorio disputado y se les puso a trabajar en la construcción de carreteras, etc.

Dos años más tarde, el 22 de junio de 1941, la Alemania Nazi atacó esa a la Unión Soviética por sorpresa. El Ejército Rojo se vio forzado a retirarse urgentemente y Ucrania fue ocupada por los alemanes. Durantes esta retirada urgente no fue posible evacuar a los prisioneros polacos de guerra hacia el interior del país. El jefe del campo nº 1, el Mayor Vetoshnikov, declaró que había solicitado al jefe de tráfico de la Sección de Smolensk de los Ferrocarriles del Este que se le proporcionaran vagones para la evacuación de los prisioneros pero le respondieron que esto estaba lejos de ser posible. El ingeniero Ivanov, que había sido Jefe de Tráfico en aquella época, confirmó que no había vagones que compartir. “Además,” dijo, “no podíamos enviar vagones a la línea Gussino, donde estaban la mayoría de los prisioneros polacos, porque aquella línea ya estaba en la línea de fuego”. El resultado fue que, debido a la retirada soviética del territorio, los prisioneros polacos se convirtieron en prisioneros de los alemanes. En abril de 1943, los hitlerianos anunciaron que los alemanes habían encontrado varias fosas comunes en el bosque de Katyn, cerca de Smolensk, que tenían enterrados los cadáveres de cientos de oficiales polacos supuestamente asesinados por los rusos.

Este anuncio fue preparado para minar más en adelante los esfuerzos de cooperación de polacos y rusos para derrotar a los alemanes. La alianza ruso-polaca siempre fue dificultosa porque el gobierno polaco en el exilio, instalado en Londres, era obviamente un gobierno de las clases explotadoras. Tenía que enfrentarse a los alemanes debido a la posterior cínica invasión de su país para el lebensraum. La posición de la Unión Soviética era que mientras ésta pueda conservar el territorio al este de la línea Curzon, no tendría ningún problema en que se restableciera un gobierno burgués en Polonia. Pero la alianza ya se encontraba en dificultades porque el gobierno polaco en el exilio, liderado por el general Sikorski, instalado en Londres, no estaba dispuesto a que se devolvieran estos territorios. Y esto pese a que en 1941, cuando Hitler invadió Polonia, la Unión Soviética y el gobierno polaco en el exilio no solamente establecieron relaciones diplomáticas sino que además acordaron que la Unión Soviética financiaría “bajo las órdenes de un jefe designado por el gobierno polaco en el exilio pero aprobado por el gobierno soviético” la formación de un ejército polaco, siendo este jefe el general Anders (un prisionero de los soviéticos desde 1939), un antisoviético redomado. El 25 de octubre de 1941 este ejército ya tenía 41 000 hombres, incluyendo 2630 oficiales. No obstante el general Anders rechazaría ulteriormente luchar en el frente germano-soviético por la disputa por la frontera entre la Unión Soviética y Polonia, y el ejército polaco tuvo que ser enviado a otro lugar para luchar, en concreto Irán.

Sin embargo, pese a las hostilidades del gobierno polaco en el exilio, hubo una parte importante de los residentes polacos en la Unión Soviética que no eran antisoviéticos y que aceptaron la reclamación soviético de los territorios al este de la línea Curzon. Muchos de ellos eran judíos. Estos ciudadanos formaron la Unión de Patriotas Polacos que fue la columna vertebral de un gobierno polaco alternativo en el exilio.

La propaganda nazi en relación a la masacre de Katyn fue preparada para volver imposible el que los soviéticos pudieran hacer cualquier trato con los polacos. El general Sikorski utilizó la propaganda nazi para vengarse, afirmándole a Churchill que tenía “abundantes pruebas”. El cómo había obtenido estas “pruebas” de forma simultánea al anuncio alemán de esta supuesta atrocidad soviética no está claro, aunque dice mucho sobre la colaboración secreta entre Sikorski y los nazis. Los alemanes habían hecho pública su acusación el 13 de abril. El 16 de abril el gobierno soviético emitió un comunicado oficial en el que negaba “las fabricaciones calumniosas sobre los supuestos fusilamientos en masa por órganos soviéticos en el área de Smolensk durante la primavera de 1940”. Añadió:

“La declaración de los alemanes no deja ninguna duda acerca del fatal destino de los antiguos prisioneros de guerra polacos, que en 1941 fueron contratados para obras de construcción en el área oeste de Smolensk y que, junto con muchos otros ciudadanos soviéticos, han caído en manos de los verdugos alemanes tras la retirada de las tropas soviéticas.”

Con la fabricación de esta historia, los alemanes decidieron adornarla con un toque antisemita, afirmando que podían dar los nombres de oficiales soviéticos encargados de la masacre que tenían todos nombres judíos. El 19 de abril Pravda respondió lo siguiente:

“Sintiendo la indignación de toda la humanidad progresista por su masacre de civiles pacíficos, y en particular de judíos, los alemanes ahora tratan de provocar la ira de gente crédula contra los judíos. Por este motivo han inventando toda una colección de ‘comisarios judíos’ que según ellos participaron en la masacre de 10 000 oficiales polacos. Para tales expertos en falsificación no ha sido difícil inventarse un par de nombres de gente que nunca ha existido – Lev Rybak, Abraham Brodninsky, Chaim Fineberg. Ninguna de esas personas ha existido jamás, ni en la ‘sección de Smolensk del GPU’ ni en ningún otro departamento del NKVD…”

La insistencia de Sikorski en querer divulgar la propaganda alemana llevó a la total ruptura de relaciones entre el gobierno polaco en el exilio de Londres y el gobierno soviético – tal como lo comentó Goebbels en su diario:

“Esta ruptura supone en un ciento por ciento una victoria de la propaganda alemana y especialmente para mí personalmente… hemos sido capaces de convertir el incidente de Katyn en una importante cuestión política.”

Al mismo tiempo la prensa británica condenaba a Sikorski por su intransigencia:

El diarioThe Times del 28 de abril escribió: “Es sorprendente y lamentable que los que tenían muy buenas razones para comprender la perfidia y la ingenuidad que había en la maquinaria de propaganda de Goebbels, hayan caído ellos mismos en la trampa que había creado. Era difícil que los polacos hubiesen olvidado el volumen de propaganda que se difundió ampliamente durante el primer invierno de la guerra y que describía con todo lujo de detalles unas evidencias circunstanciales, incluyendo una fotografía, que mostraban unas supuestas atrocidades polacas contra los pacíficos habitantes alemanes de Polonia.”

Lo que hay detrás de la insistencia de Sikorski en que la masacre haya sido perpetuada por los soviéticos antes que por los alemanes, es la disputa del territorio al este de la línea Curzon. Sikorski estaba tratando de utilizar la propaganda alemana para movilizar al imperialismo occidental en defensa las exigencias polacas sobre este territorio, de evitar pues, tal como él lo vio, que tomaran partido por la Unión Soviética en la cuestión de la disputa de esta frontera.

Cuando leemos hoy en día las fuentes burguesas, vemos que todas aseguran que la Unión Soviética era responsable de la masacre de Katyn, y lo hacen con tanta seguridad y frecuencia que al tratar de argumentar lo contrario uno se siente como un nazi revisionista intentando negar la masacre de judíos por Hitler. Después de la desintegración de la Unión Soviética, Gorbachov se sumó a esta campaña de desinformación y produjo material que supuestamente provenía de los archivos soviéticos que ‘demostraba’ que los soviéticos cometieron esa atrocidad, y que por supuesto lo hicieron por órdenes de Stalin. Conocemos el interés que todos los Gorbachovs tenían en satanizar a Stalin. Su objetivo no era tanto Stalin como el socialismo. Al denigrar el socialismo, su propósito era el de restablecer el capitalismo y de disfrutar de unas vidas de lujo parasítico para ellos y sus lacayos en detrimento del sufrimiento colectivo de los pueblos soviéticos. Su cinismo equivale al de los nazis alemanes y no nos podemos sorprendernos al verles cantar con la misma cantinela.

Las fuentes burguesas afirman despreocupadamente que las pruebas ofrecidas por los soviéticos que culpaban a los alemanes son totalmente inexistentes o bien se basan en testimonios de habitantes aterrorizados de la región. No mencionan nada acerca de una prueba que hasta el mismo Goebbels reconoció como algo inconveniente, desde su punto de vista. En su diario el 8 de mayo de 1943, escribió: “Desgraciadamente, la munición alemana ha sido encontrada en Katyn… es fundamental que este incidente se mantenga en secreto. Si llegara a ser conocido por el enemigo todo el asunto de Katyn tendría que ser abandonado.”

En 1971 hubo una carta al director The Times que sugería que la masacre de Katyn no pudo haber sido perpetrada por los alemanes puesto que ellos habrían empleado las ametralladoras y las cámaras de gas antes que deshacerse de los prisioneros de la manera en que las víctimas de Katyn fueron asesinados, esto es, mediante un tiro en la nuca. Entonces un antiguo soldado alemán residente en Godalming, Surrey, intervino en la correspondencia con el periódico:

“En tanto que soldado alemán, en esa época convencido de la justeza de nuestra causa, había participado en muchas batallas y acciones durante la campaña rusa. No había estado en Katyn ni en el bosque cercano al lugar. Pero recuerdo bien el escándalo que se produjo cuando en 1943 llegaron las noticias sobre el descubrimiento de la espantosa fosa común cerca de Katyn, cuyo territorio había sido amenazado por el Ejército Rojo.

Joseph Goebbels, tal como lo muestran los archivos históricos, ha engañado a mucha gente. Después de todo, era su trabajo y pocos discutirían su casi total maestría a la hora de hacerlo. Sin embargo, lo que es verdaderamente sorprendente es que se siga considerando una prueba en las páginas del Times treinta años después. Escribiendo desde mi experiencia, no creo que en aquel momento de la guerra Goebbels maquinara para engañar a muchos soldados alemanes en Rusia con el asunto de Katyn… Los soldados alemanes sabían perfectamente que habían sido disparos en la nuca… los soldados alemanes sabíamos que los oficiales polacos no habían sido eliminados por otra gente que la nuestra.”

Además, muchos testigos vinieron después para atestiguar sobre la presencia de oficiales polacos en la región después de que los alemanes la hayan ocupado.

Maria Alexandrovna Sashneva, una maestra de una escuela primaria local, declaró a una comisión especial organizada por la Unión Soviética en septiembre de 1943, inmediatamente después de que el territorio fuera liberado de los alemanes, y dijo que en agosto de 1941, dos meses después de la retirada soviética, ella había escondido a un prisionero de guerra polaco en su casa. Su nombre era Juzeph Lock, y le había hablado de los malos tratos sufridos por los prisioneros polacos bajo la ocupación alemana:

“Cuando los alemanes llegaron, se apoderaron del campo de prisioneros polacos y establecieron allí un régimen estricto. Los alemanes no consideraban a los polacos como seres humanos. Los oprimieron y vejaron de todas las maneras posibles. En alguna ocasión se disparaba a los polacos sin motivo alguno. Él decidió escapar…”

Otros testigos prestaron declaración diciendo que habían visto a los polacos durante los meses de agosto y septiembre de 1941 trabajando en las carreteras.

Además, unos testigos también atestiguaron sobre la persecución de los alemanes a los prisioneros polacos fugados durante el otoño de 1941. Danilenko, un campesino local, era uno de los muchos testigos que testimoniaron sobre ello:

“Se realizaron operaciones de persecución en nuestra aldea para capturar a los prisioneros de guerra polacos que habían escapado. Algunas búsquedas se hicieron en mi casa 2 o 3 veces. Tras una de ellas, le dije al cabecilla… ¿a quién buscáis en nuestra aldea? [Él] respondió que una orden había sido recibida del Estado mayor alemán, por la cual se debían realizar rastreos por todas las casas sin excepción, puesto que unos prisioneros de guerra polacos que habían escapado del campo se estaban escondiendo en nuestra aldea.”

Obviamente los alemanes no le dispararon a los polacos ante la vista de testigos locales, pero hay no obstante testimonios significativos de la gente local acerca de lo que estaba ocurriendo. Un testigo fue Alexeyeva que había sido elegida por el líder de su aldea para servir al personal alemán en una casa de campo en el sector del bosque de Katyn conocido como Kozy Gory, que había sido la casa de descanso de la administración de Smolensk del Comisariado del Pueblo para Asuntos Internos. Esta casa se situaba a unos 700 metros del lugar donde se encontraron las fosas comunes. Alexeyeva dijo:

“Hacia el final de agosto y durante la mayor parte de septiembre de 1941 varios camiones solían venir prácticamente cada día a la casa de campo de Kozy Gory. Al principio no presté atención a ello, pero más tarde advertí de que cada vez que estos camiones llegaban al lugar de la casa de campo paraban allí media hora, y a veces una hora, en algún lugar de la ruta que conectaba a la casa de campo con la carretera. Saqué esta conclusión porque al poco tiempo de llegar al lugar de la casa de campo el ruido que hacían se detenía.

Simultáneamente a la detención del ruido se oían disparos. Los disparos se iban siguiendo uno detrás del otro por intervalos cortos pero aproximadamente regulares. Después los disparos dejaban de oírse y los camiones se dirigían directos a la casa de campo. Los soldados alemanes y los oficiales salían de los camiones. Hablando ruidosamente, venían a lavarse en los baños, tras lo cual realizaban orgías de alcohol.

En los días en que llegaban los camiones, solían venir a la casa de campo más soldados provenientes de unidades militares alemanas. Se les preparaban camas especiales… Evidentemente, poco después de que los camiones llegaran a la casa de campo, unos soldados armados se iban al bosque, al lugar donde paraban los camiones porque en una media hora volvían en aquellos camiones con los soldados que vivían permanentemente en la casa de campo.

…En varias ocasiones vi manchas de sangre fresca en la ropa de dos cabos. De todo esto inferí que los alemanes traían a gente a la casa de campo y las fusilaba.”

Alexeyeva también descubrió que la gente que era ejecutada eran prisioneros polacos.

“Una vez me quedé algo más tarde de lo normal en la casa de campo… Antes de terminar el trabajo que me retenía allí, un soldado entro súbitamente y me dijo que me podía ir… Me… acompañó hasta la carretera.

Sobre la carretera, a 150 o 200 metros del lugar donde la carretera se bifurcaba hacia la casa de campo, vi un grupo de unos 30 prisioneros de guerra polacos caminando a lo largo de la carretera, fuertemente escoltados por alemanes… Me paré cerca del borde de la carretera para ver adónde los llevaban, y vi que se habían desviado hacia nuestra casa de campo en Kozy Gory.

Desde ese momento comencé a observar de cerca todo lo que iba ocurriendo en la casa de campo, empecé a interesarme por ello. Una vez que había caminado una cierta distancia sobre la carretera, daba marcha atrás y me escondía en los arbustos cerca de la carretera, y esperaba. En unos 20 o 30 minutos oía los familiares ruidos de disparos.”

Las otras dos sirvientas solicitadas para la casa de campo, Mijailova y Konajoskaya, hicieron declaraciones que apoyaban esta versión. Otros residentes del área dieron testimonios similares.

Basilevsky, el director del observatorio de Smolensk, fue elegido ayudante del burgomaestre Menshagin, un colaboracionista nazi. Basilevsky, trataba de asegurar la liberación de Zhiglinski, un profesor arrestado por los alemanes, y persuadió a Menshagin de hablar con el comandante alemán de la región, Von Schwetz, sobre esta cuestión. Menshagin lo hizo pero luego informó que era imposible asegurar esa liberación porque “se habían recibido instrucciones de Berlín ordenando que el régimen más estricto sea mantenido.”

Basilevsky luego contó su conversación con Menshagin:

“Involuntariamente repliqué ‘¿Puede algo ser más estricto que el régimen existente en el campo?’ Menshagin me miró de una manera extraña y aproximándose a mi oído, me respondió: ¡sí, puede haberlo! Los rusos pueden al menos ser abandonados para dejarlos morir, pero en cuanto a los prisioneros polacos, la orden es sencillamente la de exterminarlos.”

Tras la liberación el cuaderno de notas de Menshagin fue encontrado con escritos de su propia letra, tal como lo confirmaron grafólogos expertos. En la página 10, con fecha el 15 de agosto de 1941, anotó:

“Todos los prisioneros de guerra fugitivos deben ser detenidos y entregados en la oficina del comandante.”

En sí mismo, esto prueba que los prisioneros polacos todavía estaban en vida en ese momento. En la página 15, que no tiene fecha, aparece la entrada siguiente: “Hay algún rumor entre la población en relación a las ejecuciones de prisioneros de guerra polacos en Kozy Gory (según Umnov)” (Umnov era el jefe de la policía rusa).

Un gran número de testigos declararon que habían sido presionados en 1942-43 por los alemanes para dar falsos testimonios sobre la ejecución de polacos por los rusos.

Parfem Gavrilovich Kisselev, un residente de la aldea cercana a Kozy Gory, declaró que en otoño de 1942 le había llamado la Gestapo y que había sido entrevistado por un oficial alemán:

“El oficial declaró, de acuerdo con la información que disponía la Gestapo, que en 1940, en la zona de Kozy Gory, en el bosque de Katyn, miembros del personal del Comisariado del Pueblo para Asuntos Internos dispararon a oficiales polacos y me preguntó qué testimonio podría dar yo para dar fe de ello. Le respondí que nunca había oído nada acerca de que el Comisariado del Pueblo para Asuntos Internos disparase a gente en Kozy Gory, y que de todas maneras eso era imposible. Le expliqué al oficial que Kozy Gory era un lugar completamente abierto y muy frecuentado, y que si hubiese habido disparos allí toda la población de las aldeas de los alrededores lo habría sabido…

…Sin embargo, el intérprete no quiso escucharme, y cogió un documento escrito sobre el despacho y me lo leyó. Decía que yo, Kisselev, residente en un caserío de la zona de Kozy Gory, había presenciado personalmente los disparos a los oficiales polacos por miembros del personal del Comisariado del Pueblo para Asuntos Internos en 1940.

Tras haber leído el documento, el intérprete me dijo que lo firmara. Rechacé hacerlo… Finalmente gritó ‘O bien lo firmas de una vez o bien le destruimos. Haga una elección.’

Atemorizado por estas amenazas, firmé el documento y pensé que esto sería el fin del problema.”

Pero no fue el fin del problema, porque los alemanes esperaban que Kisselev diera su palabra de lo que había ‘presenciado’ a unos grupos de ‘delegados’ invitados por los alemanes a la zona para que sean testigos del relato de unas supuestas atrocidades soviéticas.

Poco después de que las autoridades alemanas hubiesen anunciado al mundo la existencia de fosas comunes en abril de 1943, “el intérprete de la Gestapo vino a mi casa y me llevó al bosque en el área de Kozy Gory.

“Cuando habíamos salido de la casa y estábamos solos, el intérprete me aviso de que tenía que decirle todo a la gente presente en el bosque exactamente como lo había escrito en el documento que había firmado en el cuartel de la Gestapo.

Cuando llegué al bosque vi las fosas abiertas y a un grupo de extranjeros. El intérprete me dijo que eran delegados polacos que habían llegado para inspeccionar las fosas. Cuando nos acercamos a las fosas los delegados empezaron a hacerme varias preguntas en ruso en relación a las ejecuciones de los polacos, pero como había pasado más de un mes desde que me había convocado la Gestapo, olvidé todo lo que aparecía en el documento que había firmado, me confundí, y finalmente dije que no sabía nada sobre las ejecuciones de los oficiales polacos.

El oficial alemán se puso muy furioso. Bruscamente, el intérprete me apartó de la ‘delegación’ y me echó fuera. A la mañana siguiente un coche con un oficial de la Gestapo llegó a mi casa. Éste me encontró en el jardín, me dijo que estaba arrestado, me metió en el coche y me llevó a la prisión de Smolensk.

Después de mi arresto fue interrogado muchas veces, aunque más que hacerme preguntas, me golpeaban. La primera vez que me llamaron me pegaron muy fuerte y abusaron de mí, se quejaban de mí diciéndome que les había fallado, y me llevaron de nuevo a mi celda. Durante los siguientes interrogatorios me dijeron que debía declarar públicamente que había presenciado las ejecuciones a oficiales polacos por los bolcheviques, y que hasta que la Gestapo no se creyera que lo hubiera hecho de buena fe, no sería liberado de prisión. Le dije al oficial que preferiría quedarme en prisión antes que decirle mentiras a la gente en su cara. Después de esto me volvieron a pegar duramente.

Hubo varios interrogatorios acompañados de golpes, y como resultado perdí toda mi fuerza, mi sentido del oído se volvió muy pobre y no pude mover mi brazo derecho. Aproximadamente un mes después de mi arresto un oficial alemán me llamó y me dijo: ‘Puede ver las consecuencias de su obstinación, Kisselev. Hemos decido ejecutarle. Por la mañana le llevaremos al bosque de Katyn y le colgaremos.’ Le pedí al oficial que no lo hiciera, y empecé a suplicarles alegando que yo no era la persona adecuada para hacer de ‘testigo’ puesto que yo no sabía cómo contar mentiras y que por lo tanto volvería a mezclarlo todo de nuevo.

El oficial siguió insistiendo. Algunos minutos más tarde unos soldados llegaron a la sala y comenzaron a golpearme con porras. Siendo incapaz de aguantar los golpes y las torturas, acordé aparecer en público con un cuento falaz sobre ejecuciones a polacos por los bolcheviques. Después sería liberado de prisión, con la condición de que en cuanto lo solicitaran los alemanes, hablaría delante de una ‘delegación’ en el bosque de Katyn…

En cada ocasión, antes de llevarme al lugar de las fosas en el bosque, el intérprete solía venir a mi casa, llamarme desde el jardín, llevarme hacia un lado para que nadie oyera, y durante media hora me hacía memorizar todo lo que tendría que decir acerca de las supuestas ejecuciones de oficiales polacos por el Comisariado del Pueblo para Asuntos Internos en el 1940.

Recuerdo que el intérprete me dijo algo así: ‘Vivo en una casita en el área de ‘Kozy Gory’, no muy lejos de la casa de campo del Comisariado del Pueblo para Asuntos Internos. En la primavera de 1940 vi como varias noches se llevaban polacos al bosque y los fusilaban allí’. Después era imperativo que yo declarase literalmente que ‘éstos eran los métodos del Comisariado del Pueblo para Asuntos Internos.’ Tras haber memorizado lo que me dijo el intérprete me llevaba al lugar donde estaban las fosas abiertas en el bosque y me pedía que repitiera todo eso en presencia de las ‘delegaciones’ que acudían al lugar.

Mis declaraciones estaban estrictamente supervisadas y orientadas por el intérprete de la Gestapo. Una vez, cuando hablé delante de algunas ‘delegaciones’, me hicieron la siguiente pregunta: ‘¿Vio usted personalmente a los polacos antes de que fuera ejecutados por los bolcheviques?’ No estaba preparado para responder a una pregunta así y respondí contándoles la verdad, esto es que yo vi prisioneros de guerra polacos antes de la guerra, caminando sobre las carreteras. Entonces el intérprete me sacó bruscamente de ahí y me condujo a mi casa.

Por favor, créanme cuando les digo siempre que tuve remordimientos de conciencia, porque sabía que realmente los oficiales polacos habían sido ejecutados por los alemanes en 1941. No tuve elección, puesto que estaba constantemente bajo la amenaza de que se repitiera mi arresto y la tortura.”

Mucha gente ha corroborado el testimonio de Kisselev, y un examen médico corroboró igualmente la veracidad de su historia de torturas por parte de los alemanes.

También se presionó a Ivanov, un empleado de la estación local de ferrocarriles de Gnezdovo para que diera un falso testimonio:

“El oficial preguntó si yo sabía que una gran parte de los oficiales polacos capturados había llegado en varios trenes a la estación de Gnezdovo durante la primavera de 1940. Luego me preguntó si sabía que durante la misma primavera de 1940, poco después de la llegada de los oficiales polacos, los bolcheviques los habían ejecutado a todos en el bosque de Katyn. Le dije que había oído hablar de ello, y que no podía ser de otra manera puesto que durante los años 1940-41 hasta la ocupación de Smolensk por los alemanes, me había encontrado a oficiales polacos que habían llegado durante la primavera de 1940 en la estación de Gnezdovo y que fueron empleados en la construcción de carreteras.

El oficial me dijo que si un oficial alemán decía que los polacos habían sido ejecutados por los bolcheviques, eso significaba que era un hecho. ‘Por lo tanto’, dijo el oficial, ‘no tiene nada que temer, y usted puede firmar con la conciencia tranquila un informe que dice que los oficiales polacos capturados fueron ejecutados por los bolcheviques y que usted fue testigo de ello’.

Le respondí que yo ya era un hombre muy viejo, que tenía 61 años, y que no quería cometer un pecado en la edad anciana. Solo podía testificar que los oficiales polacos capturados llegaron a la estación de Gnezdovo durante la primavera de 1940. El oficial alemán comenzó a persuadirme de que diera el testimonio exigido, prometiéndome de que si aceptaba me promocionaría de mi puesto de vigilante en el cruce de ferrocarriles al de jefe de la estación de Gnezdovo, que había ocupado durante el gobierno soviético, y también de que satisfaría todas mis necesidades materiales.

El intérprete subrayó que mi testimonio como antiguo oficial de ferrocarriles de la estación de Gnezdovo, la más cercana al bosque de Katyn, era extremadamente importante para el Estado Mayor alemán, y que no me iba a arrepentir si daba testimonio de ello. Comprendí que yo me encontraba en una situación extremadamente complicada, y que me esperaba un triste destino. Pese a todo, volví a negarme a dar un testimonio falso al oficial alemán. Empezó a gritarme, a amenazarme con golpearme y dispararme, y dije que no podía saber qué era lo mejor para mí. Sin embargo, me mantuve en pie. Entonces el intérprete redactó un breve informe de una página en alemán, y me dio una traducción de su contenido. El informe solamente hacia constar, tal como me lo dijo el intérprete, el hecho de la llegada de los prisioneros de guerra polacos a la estación de Gnezdovo. Cuando pedí que mi testimonio fuera registrado no solamente en alemán sino también en ruso, al final el oficial se enfureció, me golpeó con una porra y me sacó del local…”

Sawateyev fue otra persona que fue presionada por los alemanes para dar un falso testimonio. Declaró a la Comisión Soviética de Investigación:

“En el cuartel de la Gestapo testifiqué que durante la primavera de 1940 los prisioneros de guerra polacos llegaron a la estación de Gnezdovo en varios trenes y luego siguieron su camino subidos en camiones, pero no sabía hacia donde iban. También añadí que más tarde vi a esos polacos de forma repetida en la carretera de Moscú a Minsk, donde estaban trabajando en tareas de reparación en pequeños grupos. El oficial me dijo que estaban confundiendo las cosas, que no podía haberme encontrado a los polacos en la carretera, puesto que habían sido ejecutados por los bolcheviques, y me pidió que testificara sobre ello.

Me negué. Tras amenazarme y convencerme de mil maneras durante mucho tiempo, el oficial consultó algo en alemán con el intérprete, y entonces el intérprete escribió un breve informe y me lo dio para que lo firmara. Me explicó que era un registro de mi testimonio. Le pedí al intérprete que me dejara leerlo yo mismo, pero me interrumpió soltándome improperios, ordenándome que lo firmara inmediatamente y me largara. Dudé durante un minuto. El intérprete agarró una porra que colgaba de la pared e hizo ademán de golpearme. Acto seguido firmé el informe que me enseñaron. El intérprete me pidió que saliera y me fuera a casa, y que no hablara con nadie de este tema o entonces sería fusilado…”

Otros dieron un testimonio similar.

Se han proporcionado también pruebas de cómo los alemanes ‘trataron’ las fosas comunes para tratar de eliminar cualquier indicio de que la masacre no tuvo lugar durante el otoño de 1941 sino durante la primavera de 1940, poco después de que los polacos llegaran en primer lugar a la zona. Alexandra Mikhailovna había trabajado durante la ocupación alemana en la cocina de una unidad militar alemana. En marzo de 1943 encontró un prisionero de guerra ruso escondido en su cobertizo:

“De las conversaciones que mantuve con él supe que su nombre era Nikolai Yegorov, un nativo de Leningrado. Había estado en el campo de prisioneros alemán número 126 en la ciudad de Smolensk desde el final del año 1941. Al comienzo del mes de marzo de 1943, fue enviado con una columna de varios cientos de prisioneros de guerra desde el campo hacia el bosque de Katyn. Una vez ahí, todos fueron obligados, incluyendo a Yegorov, a desenterrar unas fosas que contenían los cadáveres de oficiales polacos con el uniforme puesto, a sacarlos fuera de las fosas y retirar de sus bolsillos documentos, cartas, fotografías y todo artículo que pudieran encontrar.

Los alemanes dieron la estricta orden de que nada podía quedar en los bolsillos de los cadáveres. Dos prisioneros de guerra fueron ejecutados porque tras haber registrado algunos cadáveres, un oficial alemán encontró algunos papeles en los mismos. Los artículos, documentos y cartas extraídas de las ropas de los cadáveres fueron examinados por los oficiales alemanes, quienes entonces obligaron a los prisioneros a recolocar de nuevo parte de los papeles en los bolsillos de los cadáveres, mientras que el resto fue arrojado a un montón de artículos y documentos que habían extraído, para ser luego quemado.

Aparte de esto, los alemanes hicieron que los prisioneros colocaran en los bolsillos de los oficiales polacos algunos papeles que habían tomado de las maletas o maletines (no recuerdo exactamente) que habían traído consigo. Todos los prisioneros de guerra vivieron en el bosque de Katyn bajo el cielo abierto en pésimas condiciones, y estaban siendo extremadamente vigilados. A principios del año 1943, todo el trabajo planificado por los alemanes parecía aparentemente estar completado, porque durante tres días ninguno de los prisioneros de guerra tuvo trabajo alguno que hacer…

De repente de noche todos fueron despertados sin excepción alguna y fueron llevados a algún lugar. Se había reforzado la guardia. Yegorov sintió que algo iba mal y comenzó a observar detenidamente todo lo que estaba ocurriendo. Caminaron durante tres o cuatro horas en dirección desconocida. Se detuvieron en el bosque cerca de un hoyo que había en un claro. Vio como separaban un grupo de prisioneros del resto, éstos fueron llevados hacia el hoyo y luego fusilados. Los prisioneros de guerra empezaron a inquietarse y a ponerse nerviosos haciendo ruido. No muy lejos de donde estaba Yegorov varios prisioneros de guerra atacaron a los guardias. Otros guardias vinieron corriendo hacia el lugar. Yegorov aprovechó la confusión reinante y se fue corriendo hacia la oscuridad del bosque, oyendo gritos y disparos.

Después de oír esta terrible historia, que se me quedó grabada en la mente para el resto de mi vida, empecé a sentir mucha pena por Yegorov, y le dije que viniera a mi habitación a calentarse y que se escondiera en mi casa hasta que hubiera recobrado su fuerza. Pero Yegorov rechazó mi proposición… Dijo que pasara lo que pasara iba a irse esta misma noche, para intentar atravesar la línea de frente del Ejército Rojo. Por la mañana, cuando vine para asegurarme de que Yegorov se había ido, todavía estaba en el cobertizo. Al parecer por la noche había intentado irse, pero tras solamente haber dado 50 pasos se sintió tan débil que se vio obligado a volver. Decidimos que se quedara en mi casa durante varios días más para recobrar su fuerza. Después de alimentar a Yegorov me fui al trabajo. Cuando volví a casa por la tarde mis vecinos Branova, Mariya Ivanovna, Kabanovskaya y Yekaterina Viktorovna me dijeron que al mediodía hubo un registro, por lo que el prisionero del Ejército Rojo había sido encontrado y se lo habían llevado.”

Posteriormente, un ingeniero mecánico llamado Sujachev, que había trabajado bajo la ocupación alemana como mecánico en el molino de la ciudad de Smolensk, corroboró esos hechos:

“Yo estaba trabajando en el molino durante la segunda quincena de marzo de 1943. Ahí hablé con un chófer alemán que hablaba un poco de ruso, y como transportaba harina al pueblo de Savenki para la tropas, y volvía a Smolensk el día siguiente, le pregunté si podía llevarme con él para que pudiera comprar mantequilla al pueblo. Mi idea era que viajar en un camión alemán me evitaría el ser detenido en el punto de control. El alemán aceptó a cambio de dinero.

El mismo día a las 10 de la noche yo y el conductor alemán nos dirigimos en el camión hacia la carretera que iba de Smolensk a Vitebsk. La noche era liviana, y solamente una ligera niebla reducía la visibilidad. Aproximadamente a unos 22 o 23 kilómetros de Smolensk, a la altura de un puente en ruinas sobre la carretera, hay una ruta con una pendiente bastante inclinada. Cuando estábamos empezando a bajar por ahí, de repente surgió un camión desde dentro de la niebla, dirigiéndose hacia nuestra posición. Bien porque nuestro frenos no funcionaban correctamente, o bien porque el conductor no tenía experiencia, no fuimos capaces de detener el camión, y como el paso era bastante estrecho, nos chocamos con el camión que venía hacia nosotros. El impacto no fue muy violento porque el conductor del otro camión viró bruscamente hacia un lado, motivo por el cual los camiones se chocaron y se deslizaron el uno contra el otro.

Sin embargo la rueda derecha del otro camión se metió en la zanja, y el camión se cayó por la ladera de la carretera. Nuestro camión se mantuvo en posición vertical. El conductor y yo salimos inmediatamente fuera de la cabina y corrimos hacia el camión que se había caído. Nos cruzamos con un fuerte hedor a carne putrefacta que salía del camión.

Según nos íbamos acercando, vi que el camión transportaba un cargamento cubierto con una lona y atado con cuerdas. Con el impacto, las cuerdas se habían roto, y parte del cargamento se había caído sobre la ladera. Era un horrible cargamento – cadáveres humanos vestidos con uniformes militares. Según recuerdo había unos seis o siete hombres cerca del camión, un conductor alemán, dos alemanes armados con metralletas – el resto eran prisioneros de guerra rusos, puesto que hablaban ruso y se vestían como tales.

Los alemanes comenzaron a insultar a mi conductor y luego varias veces intentaron poner el camión en pie. Unos dos minutos después otros dos camiones llegaron al lugar del accidente y se acercaron. Un grupo de alemanes y de prisioneros de guerra rusos, unos diez en total, salieron de esos camiones y vinieron hacia nosotros… Juntando esfuerzos comenzamos a enderezar el camión. Aprovechando un momento oportuno le pregunté a uno de los prisioneros de guerra rusos en voz baja: ‘¿Qué es esto?’ Él respondió, muy tranquilamente: ‘Ya llevamos varias noches transportando cadáveres al bosque de Katyn’.

Antes de que el camión que se había volcado se enderezara, un oficial alemán se acercó a mí y a mi conductor y nos ordenó que marcháramos inmediatamente. Como nuestro camión no había sufrido daños serios, el conductor cogió el volante y lo llevó hacia un lado, se metió en la carretera, y así nos fuimos. Mientras pasábamos al lado de los dos camiones cubiertos que habían llegado más tarde pude oler de nuevo el horrible hedor de los cadáveres.”

Hubo varias personas más que también aseguraron haber visto los camiones cargados con cadáveres.

Un tal Zhukov, un patólogo que visitó las fosas en abril de 1943 por invitación de los alemanes, también dio su testimonio:

“Las ropas de los cadáveres, en particular las casacas, las botas y los cinturones, se encontraban en buen estado de preservación. La parte metálicas de las ropas – las hebillas de los cinturones, los ganchos de los botones y los clavos de la suelas de los zapatos, etc. – no estaban muy oxidadas, y en algunos casos el metal todavía conservaba el brillo. Las secciones de la piel de los cadáveres que se podían ver – rostros, nucas, brazos – eran en general de un sucio color verde, y en algunos casos marrón, pero no había una desintegración total de los tejidos, ni putrefacción. En algunos casos se podían ver tendones cortados de un color blanquecino y partes de músculos.

Mientras estaba en las excavaciones había gente trabajando en clasificar y extraer cadáveres del fondo de una gran fosa. Para ellos usaron palas y otras herramientas, e incluso agarraban los cadáveres con las manos y se los llevaban de un lugar a otro cogiéndolos de los brazos, las piernas o la ropa. No vi un solo cadáver desmembrarse o caer al suelo.

Considerando todo ello, llegué a la conclusión de que los cadáveres no se habían mantenido bajo tierra durante tres años, tal como afirmaban los alemanes, sino mucho menos. Sabiendo que en las fosas comunes, y particularmente sin ataúdes, la putrefacción de los cadáveres progresa más rápidamente que en simples tumbas, concluí que las ejecuciones masivas de los polacos habían tenido lugar hacía aproximadamente año y medio, y que podían haber ocurrido durante el otoño de 1941 o la primavera de 1942. Como resultado de mi visita al lugar de las excavaciones me convencí firmemente de que los alemanes habían cometido un crimen monstruoso.”

Varias otras personas que visitaron las fosas en aquel momento dieron un testimonio parecido.

Además, unos patólogos que examinaron los cadáveres en 1943 llegaron a la conclusión de que no podría llevar muertos más de dos años. Por si fuera poco, se encontraron documentos en algunos de los cadáveres que obviamente se les escaparon a los alemanes cuando trataron de adulterar las pruebas. Entre aquellos se encontraban una letra con fecha de septiembre de 1940, una tarjeta postal con fecha del 12 de noviembre de 1940, una papeleta de empeño recibida el 14 de marzo de 1941 y otra recibida el 25 de marzo de 1941, unos recibos con fechas del 6 de abril de 1941, 5 de mayo de 1941, 15 de mayo de 1941 y una tarjeta postal en polaco sin enviar con fecha del 20 de junio de 1941. Aunque todas estas fechas sean anteriores a la retirada de los soviéticos, todas se posteriores al momento en que se produjeron los presuntos asesinatos por parte de las autoridades soviéticas durante la primavera de 1940, fecha de la supuesta masacre que dieron todos los que los alemanes fueron capaces de intimidar para que dieran un falso testimonio. Si, como dicen los propagandistas burgueses, esos documentos son falsos, habría sido de lo más fácil falsificar documentos que fueran posteriores a la retirada soviética, sin embargo esto no se hizo – y no se hizo porque los documentos encontrados eran indudablemente auténticos.

Bibliografía

Polonia durante la Segunda Guerra Mundial, Ernie Trory. Crabtree Press Limited, Hove, 1983.

Correspondencia entre el Presidente del Concejo de Ministros de la URSS y los Presidentes de los Estados Unidos y el Presidente de Gran Bretaña durante la Gran Guerra Patria de 1941-45. Ediciones Progreso, Moscú, 1957.

Los diarios de Goebbels. Traducido y editado por Louis P. Lochner. Hamish Hamilton, Londres 1948.

Informe a la Comisión Especial para establecer e investigar las circunstancias de las ejecuciones de oficiales polacos hechos prisioneros por los invasores fascistas alemanes en el bosque de Katyn. Publicado en ‘Noticias de Guerra Soviéticas’ en 1953.

Rusia en guerra 1941-45, Alexander Werth. Barrie and Rockliff, Londres, 1964.

La Segunda Guerra Mundial, Winston S. Churchill. Castell & Co, Londres 1950-54

Seis siglos de relaciones ruso-polacas, W.P. and Z. Coates, Lawrence and Wishart. Londres, 1948.

Declaraciones de Frantisek Gaek, profesor de medicina forense en la Universidad Karlova, Praga, sobre el llamado ‘Asunto Katyn’. Publicado en Pravda el 12 de marzo de 1952.

Ejemplares de Labour Monthly (1941-1945) y archivos de varios periódicos, desde el Daily Worker a The Times.

Escrito por la camarada Ella Rule del Partido Comunista de Gran Bretaña (M-L)

Publicado en inglés por Stalin Society

Traducido por y tomado de Unión Proletaria