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viernes, 2 de septiembre de 2011

El Imperialismo y su saqueo histórico cultural


Machu Picchu cien años de saqueo

“La zorra orinó en el mar y dijo, toda esta agua es mía”, (Proverbio sumerio).

Que los norteamericanos quieren patentar hasta la hamaca, inventada por el hombre primitivo, no es noticia, pero el aventurero estadounidense Hiram Binham llegó al colmo llamándose descubridor de Machu Picchu, la ciudadela inca más famosa que ya había sido visitada por muchos científicos. El saqueo de innumerables tesoros por parte de Binham sucedió hace cien años pero los peruanos no lo pueden olvidar y rechazan que la Universidad de Yale solo haya devuelto “unos cuantos trastos rotos” y siga apoderándose del cuantioso tesoro trasladado a los Estados Unidos pese a la protesta de la población.

Desde hace varios años se inició un proceso internacional por parte del gobierno peruano, y recién hace unas semanas la Universidad de Yale devolvió un mínimo de objetos, lo que aumento el rechazo a la acción de Bingham. En los diferentes medios, discusiones académicas y hasta en el poder judicial se ventila lo sucedido y sale a luz pública...

El historiador Clemenst Markan ya había publicado en 1909 un relato sobre “Machu Picchu la ciudad perdida de los Incas” lo que fue leído por Bingham quien decide viajar al Cusco para conocerla. El norteamericano viaja al Cusco y apoyado por el Prefecto del Cusco Juan José Núñez, empieza su “exploración”, guiado por el sub oficial sargento Carrasco, según informa la historiadora Mariana Mould de Pease.

Aquella vez Bingham encuentra grabado en la piedra el nombre de Agustín Lizárraga de quien se dice fue el primero en llegar, toma fotografías y así lo apunta en su libreta de viajero: "Agustin Lizarraga is discoverer of Machupicchu (sic), he lives at San Miguel brigde just before passing ..." pero cuando regresa a Machu Picchu destruye con cincel ese nombre.

Pobre Machu Picchu, pareciera que una maldición cayó sobre ella cuando este escalador de montañas apareció de nuevo en el Cusco. Se acercó a la universidad San Antonio Abad donde fungía como rector, el norteamericano Alberto A. Giesecke. Este lo conectó con el inocente arqueólogo Dr. Gabriel Cosio quien le habló del valle de la Convención que “estaba sembrada de sitios arqueológicos” y que entre ellos destacaba la ciudad de Machu Picchu lugar que había sido visitado y estudiado por la Expedición Universitaria Cusqueña 10 años antes. Con planos y dibujos que consiguió de los cusqueños, Bingham consiguió financiamiento de la Universidad de Yale y se lanzó al “descubrimiento” y saqueo de Machu Picchu desde el 24 de julio de 1911.

Durante un año Bingham y decenas de extranjeros bajaban en mulas cientos de bultos hasta Ollantaitambo y de allí hasta el Cusco donde los embarcaban en tren hacia el Puerto de Mollendo, y de allí hacia los Estados Unidos donde los tesoros eran depositados en los almacenes de la Universidad de Yale. Esto se conoció por un motín en Puerto de Mollendo cuando se descubrió por casualidad que en el quinto envío, uno de los cientos de cajones ‘sherd”, contenía momias completas con todo su ajuar funerario, ricas cerámicas, objetos de oro y otros. El periódico local señala que la gente se echó en las vías para evitar el traslado, pero sus protestas fueron desoídas por las autoridades de entonces.

“El saqueo de Bingham fue durante el primer gobierno de (Augusto) Leguía… Los problemas políticos económicos sociales que afrontaba no le permitieron probablemente ver la magnitud del saqueo No había carretera, transporte automotor ni avión, el viaje al Cusco duraba muchos días”, relata Alberto Bueno.

De Machu Picchu no se sabe casi nada, ni quienes la habitaron, cómo vestían, ni qué comían, porque Bingham hizo huecos sólo para llevarse hasta los esqueletos, sin ningún criterio científico. El mismo reconoce que la arqueología “estaba fuera de mi campo y usaba un manual de viajero”. Bingham amontonó los tesoros en depósitos de Yale, institución que esconde los catálogos de Machu Picchu y se niega a devolverlos en su totalidad al Perú.

Bingham reconoció que llevó prestadas, por 18 meses, 5 mil piezas, a las que calificó de “cacharros, y piezas insignificantes”, las mismas que lo convirtieron en doctor de varias universidades, gobernador, senador etc. Con parte de los “cacharros”, 360 en su totalidad, Yale organizó el 2003, la exhibición “Machu Picchu develando el misterio de los Incas”. Estas piezas conforman la “devolución” que tanto enfurece al Cusco.

Saqueo en América latina y el mundo

El saqueo histórico cultural de América Latina no comenzó ni terminó con Machu Picchu. Es inherente a cada conquista, a cada guerra y actualmente constituye una parte sustancial del actual movimiento sistémico de globalización. Las actuales guerras “preventivas” y el “caos organizado” diseñados y aplicados por las megas corporaciones, son métodos contemporáneos de pillaje histórico cultural de América Latina, Asia y África. Están creados no solamente para apoderarse de los recursos naturales sino borrar para siempre cualquier vestigio de las antiguas culturas de los pueblos que están en el mapa de los conquistadores.

Sin embargo, el actual saqueo globalizado queda pequeño en comparación con lo que hizo la Alemania nazi. En 1938 Hitler ordenó la formación de los comandos especiales Sonderauftrag Linz, especialistas en el arte y con poderes para confiscar, catalogar obras, fotografiarlas, restaurarlas si era necesario y transportarlas a Alemania. Comenzó, primero con Austria, después entre 1941 a 1944 salieron más de 29 convoyes con cerca de 100.000 obras de arte de Francia. Durante la ocupación de Rusia, los nazis se llevaron o destruyeron las riquezas culturales de 427 museos y más 100.000 cuadros esculturas y dibujos fueron llevados a Alemania en 50 trenes especiales.

No se salvó la famosa Sala de Ámbar que fue trasladada de Prusia a Rusia al Palacio de Catalina en San Petersburgo en 1717 por encargo de Pedro I. Al iniciarse la guerra fue imposible salvar aquella obra de arte, pues el ámbar se rompía durante los intentos de transportar la sala en piezas. Entonces decidieron ocultarla forrando la cámara con papel ordinario. Los nazis lo descubrieron, entonces la cámara fue dividida en 27 pedazos y enviada al castillo Konigsberg. Con la huida de los nazis se perdió todo trazo de la Cámara de Ámbar. Desde 1979 se inició la reconstrucción de la Sala de Ámbar en Leningrado que fue inaugurada finalmente en 2003.

Otro hecho vergonzoso sucedió al iniciarse la guerra en Irak en 2003, cuando el comandante norteamericano de Bagdad recibió la orden de no proteger el Museo de Irak durante dos semanas después de la invasión. Así desaparecieron las preciosas reliquias de la civilización mesopotámica. El jarrón Warka que data de 3200 a.c. fue partido en 14 pedazos y La Lira de Ur (2400A.C.) considerada como el instrumento más antiguo del mundo desapareció para siempre. El otro instrumento musical de aquella época, la Lira de la Reina reposa hace decenas de años en el Museo Británico como el vestigio del pillaje cultural cometido por el Imperio Británico en el siglo pasado.

El ex director de la Biblioteca Nacional de Venezuela, Fernando Báez, escribió en su libro, El Saqueo Cultural de América Latina, que en la época de la globalización el tráfico de bienes culturales se convirtió en el tercer delito más rentable después del tráfico de droga y las armas. Aporta aproximadamente unos 10 mil millones de dólares al año a las mafias envueltas en este negocio. Resulta que hasta a los narcotraficantes les gusta coleccionar las antiguas obras robadas o saqueadas. Pablo Escobar fue uno de ellos, al momento de su captura poseía entre otros tesoros, una colección de obras exóticas del Siglo XVIII y XIX.

Vicky Peláez

Tomado de RIA Novosti