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miércoles, 18 de agosto de 2010

La guerra entre la URSS y Japón fue la última campaña de la II Guerra Mundial


La Guerra entre la URSS y Japón de 1945 fue la última campaña de la Segunda Guerra Mundial y duró menos de un mes, del 9 de agosto hasta el 2 de septiembre de 1945. Sin embargo, esa campaña fue crucial para la historia del Lejano Oriente y de toda la región del Asia-Pacífico, culminando y al mismo tiempo marcó el inicio a muchos procesos históricos de gran calado y a muy largo plazo...

Contexto histórico

Los antecedentes de la guerra entre la Unión Soviética y Japón se remontan al 5 de septiembre de 1905, día en el que se firmó en Portsmouth el acuerdo que puso fin a la Guerra ruso-japonesa.

Entonces, las pérdidas territoriales de Rusia no fueron importantes: incluyeron la península de Liaodong que Rusia arrendaba a China y la mitad meridional de la isla de Sajalín.

Más notable fue la pérdida del prestigio internacional del país en general, y en particular en el Lejano Oriente, más que todo por el fracaso del ejército ruso en los combates en tierra firme y la pérdida casi completa de la marina de guerra. La derrota en esa guerra desató en la sociedad rusa un fuerte sentimiento de frustración nacional.

En cambio, Japón se convirtió en la potencia más importante de la región, lo que le permitió explotar los recursos marinos prácticamente sin control alguno; práctica que también extendió a las aguas territoriales rusas, de donde extraía recursos pesqueros, cangrejos y ballenas y otros animales marinos.

Esta situación se agravó incluso durante la revolución bolchevique de 1917 y la subsiguiente Guerra Civil, aprovechada por Japón para ocupar durante varios años, algunas provincias rusas del Lejano Oriente.

Japón abandonó las regiones rusas ocupadas a regañadientes y sólo bajo la presión de Estados Unidos y de Gran Bretaña, alarmados por el poder que paulatinamente adquiría su antiguo aliado durante la I Guerra Mundial.

Paralelamente tuvo lugar un proceso de intervención de Japón en los asuntos internos de China, en un momento en el que ese país afrontaba un estado de debilidad y conflictos internos.

La URSS, sin embargo, a partir de los años 20 logró implementar un proceso de reforzamiento del Estado que le permitió superar las conmociones de la guerra y la revolución. Este proceso condujo a un enfrentamiento entre Moscú y Tokio, que sin exagerar se pudo calificar de auténtica "Guerra Fría".

De esta manara, el Lejano Oriente se convirtió en escenario de enfrentamientos militares y conflictos. La tensión alcanzó su punto máximo al final de los años 30; con dos enfrentamientos abiertos entre la URSS y Japón: el del lago Jasan en 1938, y el del río Jaljin-Gol en 1939.

Una frágil neutralidad

Tras sufrir muchas bajas y comprobar de la capacidad de combate del Ejército Rojo, Japón decidió firmar el 13 de abril de 1941 un pacto de neutralidad con la URSS, que le permitió tener las manos libres en la guerra que llevaba en el Pacífico.

Para la Unión Soviética este pacto también fue útil. Para aquel momento era evidente que para la política exterior nipona era prioritario el reforzamiento de su potencial militar marítimo para garantizar la expansión de la guerra hacia el Sur. Por otro lado, el Ejército soviético se hallaba debilitado. La probabilidad de una guerra con Japón no era demasiado alta, mientras que cada día que pasaba el conflicto con Alemania parecía ineludible.

Para Alemania, que había firmado con Japón el Pacto Anti-Komintern y que consideraba a ese país uno de sus principales aliados y futuros socios en el "Nuevo Orden Mundial", el acuerdo firmado entre Moscú y Tokio no fue bien visto y provocó tensiones en las relaciones entre Berlín y Tokio. Al respecto, el gobierno nipón recordó a sus colegas alemanes que ellos mismos habían firmado un pacto semejante con Moscú.

Las dos grandes potencias agresoras de la Segunda Guerra Mundial no pudieron ponerse de acuerdo finalmente y cada una de ellas llevó la guerra por su cuenta: Alemania principalmente contra la URSS y Japón contra los Estados Unidos y Gran Bretaña en el océano Pacífico. Con la diferencia de que, mientras Alemania declaró la guerra a Estados Unidos el mismo día del ataque japonés contra Pearl Harbor, Japón no llegó a declararla contra la URSS como esperaba Alemania.

No se puede decir, sin embargo, que las relaciones entre la URSS y Japón fueran buenas: Japón constantemente violó el pacto suscrito, detuvo a buques soviéticos en alta mar, periódicamente permitió ataques contra embarcaciones militares y civiles soviéticas y violó la frontera terrestre.

Era evidente que para las partes firmantes ese acuerdo no tenía ningún valor a largo plazo y la guerra era sólo una cuestión de tiempo. En 1942, la situación comenzó a cambiar porque el sentido de la guerra parecía inclinarse a favor de los aliados y Japón se vio obligado a renunciar a cualquier eventual plan de agresión contra la URSS; en cambio en la Unión Soviética el gobierno empezó a estudiar las posibilidades de recuperar los territorios perdidos tras la Guerra ruso-japonesa.

En 1945, cuando su situación empezaba a ser crítica, Japón quiso empezar unas negociaciones con los aliados occidentales, empleando a la URSS como mediador, pero este intento fracasó.

En la Conferencia de Yalta, que se celebró del 4 al 11 de febrero de 1945, la URSS se comprometió a entrar en la guerra contra Japón en un plazo de 2 ó 3 meses después de que acabara la campaña contra Alemania. Los aliados consideraban imprescindible la intervención de la URSS: para derrotar a Japón era necesario neutralizar a su Ejército de Tierra, que en gran medida estaba intacto, y los aliados temían que un desembarco en Japón sólo se podría llevar a cabo a costa de muchas bajas.

Con la neutralidad soviética, Japón pudo continuar la guerra, reforzando la defensa de su territorio metropolitano con las guarniciones de Manchuria y Corea, con las cuales se mantenía la comunicación, a pesar de todos los intentos de interrumpirla.

La declaración de guerra por parte de la Unión Soviética hizo que se esfumara esta esperanza. El 9 de agosto de 1945, en su intervención ante el Consejo Supremo de la Guerra, el Primer Ministro japonés, Suzuki, expuso lo siguiente: "La entrada en guerra esta mañana de la Unión Soviética nos pone definitivamente ante una situación sin salida y hace imposible la continuación de la guerra".

Merece la pena señalar que las bombas atómicas arrojadas entonces simplemente fueron un pretexto adicional para la capitulación, pero no la razón principal. Baste decir que los bombardeos masivos de Tokio en la primavera de 1945 provocaron más o menos las mismas víctimas mortales que las dos bombas de Hiroshima y Nagasaki juntas y no forzaron a las autoridades del Imperio en pensar en la capitulación.

Sólo la entrada en guerra de la URSS, en el contexto de los bombardeos nucleares, obligó al gobierno nipón a reconocer el sinsentido de continuar la guerra.

"Tormenta de agosto"

La campaña, que en Occidente suele conocerse como la operación "tormenta de agosto", respondió a las características de la guerra relámpago. Curtidas en las campañas contra los alemanes, las tropas soviéticas rompieron con una serie de ataques rápidos las defensas japonesas y comenzaron a penetrar en Manchuria.

Las unidades acorazadas lograban penetrar sin dificultades por terrenos en principio difíciles, como las arenas del Gobi y la cordillera de Jingan. Pero después de cuatro años de guerra durísima, la maquinaria militar soviética estaba perfectamente engrasada.

Como resultado, el 17 de agosto el 6º Ejército Acorazado había logrado penetrar varios centenares de kilómetros y se encontraba a unos 150 kilómetros de Xinjing, la capital de Manchuria.

En ese momento, el Primer Frente del Lejano Oriente había puesto en fuga a los japoneses en el Este de Manchuria, ocupando Mudanjiang, la ciudad más importante de la zona. En muchos lugares las tropas soviéticas encontraron una enconada resistencia: eso fue lo que se encontraron precisamente los soldados del 5º Ejército en los alrededores de Mudanjiang. Lo mismo ocurrió en otros lugares de avance de los frentes del Transbaikal y del 2º Frente del Lejano Oriente.

El Ejército japonés contraatacó en repetidas ocasiones ante el avance soviético. El 17 de agosto de 1945, en la ciudad de Mukden, las tropas soviéticas capturaron al Emperador de Manchukuo, Puyi (que había sido el último Emperador de China).

El 14 de agosto el alto mando japonés hizo llegar una propuesta de alto el fuego pero, de hecho, las operaciones militares japonesas no llegaron a cesar. Sólo tres días después el Ejército de Kwantung recibió la orden sobre la capitulación, que dio comienzo el 20 de agosto. Pero la orden no llegó a todas las unidades y algunas continuaron combatiendo a pesar de esa orden.

El 18 de agosto comenzó la operación de desembarco en las islas Kuriles. Ese mismo día, el jefe supremo de las fuerzas soviéticas en el Lejano Oriente, el Mariscal Valilevsky, dio la orden de ocupar la isla de Hokkaido con dos divisiones. El desembarco, sin embargo, no llegó a producirse debido a los retrasos que estaba experimentando el avance de las tropas soviéticas en el Sur de Sajalín y, posteriormente, fue pospuesto hasta una correspondiente orden.

Soldados soviéticos ocuparon el Sur de Sajalín, las islas Kuriles, Manchuria y parte de Corea. Los combates principales tuvieron lugar durante 12 días, hasta el 20 de agosto. Sin embargo, las hostilidades no cesaron completamente hasta el 10 de septiembre, día que se considera el de la capitulación definitiva del Ejército de Kwantung, cuyos efectivos fueron hechos prisioneros. En las islas, los combates habían cesado el 5 de septiembre.

El Acta de Capitulación de Japón fue firmada el 2 de septiembre de 1945 en la cubierta del acorazado Missouri, anclado en la bahía de Tokio.

El resultado de la guerra fue la completa derrota del Ejército de Kwangtung, que tenía un millón de hombres. De acuerdo con los datos soviéticos, murieron 84.000 de sus soldados, siendo hechos prisioneros 600.000.

Las bajas del Ejército Rojo fueron de 12.000 hombres.

Como resultado de la guerra, la URSS recuperó los territorios anteriormente perdidos por la Rusia de los (el Sur de Sajalín y, temporalmente, Kwangtung con Port Arthur y la ciudad de Dalny, traspasadas después a China) y se anexó las islas Kuriles, la parte más meridional de las cuales sigue siendo reclamada hoy en día por Japón.

De acuerdo con las disposiciones del Tratado de Paz de San Francisco, Japón renunció a sus pretensiones sobre Sajalín (Karafuto) y las Kuriles (Tisima Retto).

Las conversaciones sobre el futuro de las islas más meridionales del archipiélago de las Kuriles siguen abiertas hasta el momento presente, aunque no se vislumbra una rápida solución a este problema.

Ilia Krámnik,RIA Novosti