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lunes, 16 de septiembre de 2013

Documental: "El derecho de vivir en paz" sobre la vida de Víctor Jara en el aniversario de su criminal asesinato


Este domingo 15 de septiembre se cumpleieron 40 años del bestial crimen cometido en el Estadio Chile, donde el cantautor fue torturado y acribillado por los militares. Le machacaron los dedos a culatazos para que no volviera a tocar la guitarra y después jugaron a la ruleta rusa con él. Pero lo único que consiguieron fue sellar su pasaporte a la inmortalidad.

VÍCTOR JARA: CANTO INMORTAL

El asesinato de Víctor Jara es simplemente monstruoso, uno de los más crueles de los cometidos en los días siguientes al golpe, cuando la represión de las tropas era salvaje y desorganizada. Ya llegaría la DINA en 1974 a organizarla y sistematizarla, pero por el momento el terror estaba a cargo fundamentalmente de los efectivos del Ejército.

En su fallo de diciembre pasado, el ministro en visita Miguel Vásquez Plaza fijó el 16 de septiembre de 1973 como la fecha del homicidio de Víctor Jara en el entonces Estadio Chile, pero los detenidos que fueron trasladados al Nacional el 15 reconocieron el cadáver acribillado del artista cuando los sacaban del recinto a punta de culatazos.

Estaba en una pila de entre 30 a 40 víctimas fusiladas, todas cubiertas de polvo blanco, al parecer cal. Lo concreto es que el cuerpo de Jara fue retirado del primer campo de concentración del golpe en la madrugada del 16 y arrojado en un sitio eriazo aledaño al Cementerio Metropolitano, donde unas pobladoras lo encontraron el 18.

CANTARÍA EN ACTO TRASCENDENTAL DE ALLENDE

En la mañana del 11 de septiembre de 1973, Víctor Lidio Jara Martínez tenía planificado cantar en un acto de Salvador Allende en el campus de la Universidad Técnica del Estado (UTE), donde el Presidente pensaba llamar a un plebiscito para que el pueblo decidiera si seguía o no en el poder. El acto estaba fijado para las 12 horas.

Víctor Jara llegó a las 11 con su guitarra y los organizadores del acto de Allende le preguntaron si no sabía lo que estaba pasando. “Claro que sé, pero oí por la radio Magallanes que había que ir a sus puestos de trabajo. Bueno, yo trabajo acá y acá estoy”, respondió el cantautor, que también era director teatral de la UTE. Tenía 40 años.

Tras el toque de queda de las 2 de la tarde, cerca de 600 académicos, estudiantes y funcionarios –incluido Jara-decidieron quedarse. En la madrugada del 12, los militares asaltaron a balazos la UTE y a punta de metralletas sacaron del campus a los detenidos. Los subieron a golpes a buses de la locomoción colectiva y los llevaron al Estadio Chile.

LO RECONOCIERON Y SE ENSAÑARON CON ÉL

De acuerdo a un artículo publicado por La Nación, sobre la base de los expedientes del caso, un oficial de lentes oscuros y en tenida de guerra, cara pintada, metralleta terciada, granadas colgando en su pecho, pistola y cuchillo corvo en el cinturón, reconoció al cantante popular y se ensañó con él. Lo llamaban “El Príncipe” por sus ademanes soberbios.

Según el relato del abogado Boris Navia, también detenido, el oficial que lo reconoció “lo golpeaba una y otra vez. En el cuerpo, la cabeza, descargando con furia las patadas. Casi le estalla un ojo. Nunca olvidaré el ruido de esa bota en las costillas. Víctor sonreía. Él siempre sonreía, tenía un rostro sonriente, y eso descomponía al facho. De repente, el ofi­cial desenfundó la pistola. Pensé que lo iba a matar. Siguió golpeándolo con el cañón del arma. Le rompió la cabeza y el rostro de Víctor quedó cubierto por la sangre que bajaba desde su frente”.

Otro de los detenidos, el periodista Sergio Gutiérrez, contó que el artista “tenía numerosos hematomas en los pómulos, se notaba pálido, muy débil. Su mirada estaba perdida”. Apenas pudo reconocerlo, lo saludó y le preguntó cómo estaba, a lo que Víctor Jara le respondió: “Mira mis manos… mira mis manos… me las machacaron para que nunca volviera a tocar la guitarra…”.

Gutiérrez recordó que “sus manos, esas milagrosas manos cuyos dedos deleitaban a millares de trabajadores e intelectuales al pulsar las cuerdas de la guitarra para acompañar sus canciones de protesta y esperanza, ya no eran tales. Estaban hinchadas y parecían tener un solo dedo, gordo y recubierto de sangre. Las pocas uñas que le quedaban estaban negras en su totalidad. Eran las manos más golpeadas que había visto en mi vida”.

ULTIMOS MOMENTOS ANTES DE SER ACRIBILLADO

Cuando Víctor Jara se encontraba en una celda recibiendo ánimo de los otros detenidos, repentinamente llegaron dos soldados que lo arrastraron violentamente hasta un sector alto del Estadio, donde comenzó una nueva golpiza más brutal que las anteriores, a culatazos. El oficial apodado “El Príncipe” había recibido la visita de unos oficiales de la Armada.

El abogado Navia recordó que “desde lejos vemos cómo uno de ellos comienza a insultar a Víctor, le grita histérico y le da golpes de puño. La tranquili­dad que emana de los ojos de Víctor descompone a sus cancerberos. Los soldados reciben orden de golpearlo y comienzan con furia a descargar las culatas de sus fusiles en el cuerpo de Víctor. Dos veces alcanza a levantarse, herido, ensangrentado. Luego no vuelve a levantarse”. Es la última vez que ven con vida al cantante popular.

José Paredes, ex conscripto procesado en 2009 como integrante del grupo de militares que fusiló al cantautor, declaró que “cuando fueron trasladados alrededor de 15 detenidos a un camarín del subterráneo, entre ellos Víctor Jara y Litre Quiroga (ex director de Gendarmería), detrás de ellos llegó el teniente Nelson Haase y un subteniente a cargo de los conscriptos”. El subteniente comenzó a jugar a la ruleta rusa con su revólver apoyado en la sien del cantautor, hasta que salió el primer tiro mortal que impactó en la cabeza del cantautor.

El ex conscripto, ya fallecido, añadió que el cuerpo de Víctor Jara cayó al suelo de costado y comenzó a convul­sionar. Enseguida el subteniente ordenó a los conscriptos que se encontra­ban en el lugar que descargaran ráfagas de fusiles en el cuerpo del artista. En total, recibió 44 impactos de bala.

EL DIFÍCIL CAMINO A LA JUSTICIA

Después de ser hallado a un costado del Cementerio Metropolitano, el cuerpo de Víctor Jara fue llevado al entonces Instituto Médico Legal, donde un trabajador de militancia comunista lo recono­ció y avisó a su esposa Joan Turner, antes de que lo sepultaran en una fosa co­mún. Su compañera y sus dos hijas pequeñas lo enterraron silenciosamente en un humilde nicho del Cementerio General.

Recién en diciembre de 2004, a 31 años de su muerte, el magistrado de 5° Juzgado del Crimen de Santiago, Juan Carlos Urrutia emitió una resolución, donde por primera vez los tribunales se acercaban a la esquiva verdad y esbozaban parte de lo ocurrido con el cantautor popu­lar. El magistrado sometió a proceso al teniente coronel en retiro Mario Manríquez Bravo como autor intelectual del homicidio calificado de Víctor Jara.

Pese al optimismo por alcanzar nuevos avances en el proceso judicial, el caso tuvo un nuevo revés. En mayo de 2008, el ministro de fuero Juan Belmar, integrante de la Corte de Apelaciones de Santiago que había asumido el caso, cerró el sumario (fase indagatoria) con sólo un procesado, el ya señalado comandante Manríquez.

A comienzos de enero de 2012 la Corte Suprema redistribuyó diversas causas de violaciones a los derechos humanos y el caso quedó en manos del ministro de Corte de Apelaciones de Santiago, Miguel Vásquez Plaza. El 28 de diciembre pasado, el juez sometió a proceso a los militares en retiro Hugo Sánchez Marmonti y Pedro Barrientos Núñez como autores materiales del homicidio calificado.

Junto con ellos, encausó a los también ex miembros de Ejército Roberto Souper Onfray, Raúl Jofré González, Edwin Dimter Bianchi, Nelson Hasse Mazzei, Luis Bethke Wulf y Jorge Eduardo Smith Gumucio como cómplices del brutal crimen. Finalmente, el ministro emitió orden de captura internacional contra Barrientos, quien actualmente vive en Miami. La Corte Suprema aprobó la solicitud de extradición, que está en curso.

Fuente: La Nación

EL ÚLTIMO MANUSCRITO DE VÍCTOR JARA

por Claudio Vergara

Un par de horas antes de su muerte, sucedida hace 40 años, el cantante escribió su última creación, la que fue liberada desde las fauces del centro de detención bajo una operación que parecía imposible.

Boris Navia, abogado y ex jefe del Departamento de Personal de la ex Universidad Técnica del Estado (UTE), cuenta que miró el libro, observó los versos y por fin pudo respirar aliviado: “El poema se había salvado. Ya había pasado casi un año del Golpe, por lo que sentí una gran satisfacción al ver que todo el sacrificio que había hecho, resistiendo la tortura de los oficiales, había valido la pena”.

Su recuerdo apunta a Estadio Chile, la última composición de Víctor Jara, escrita apenas un par de horas antes de su asesinato, entre las patadas y los culatazos que recibió durante cuatro días en el recinto, y que encarnó no sólo el testimonio de su trágico desenlace, sino que también la historia de una pieza rescatada y difundida a través de un efecto en cadena clandestino y que parecía imposible de triunfar.

Aunque en ningún caso se trata de su creación más trascendente, durante décadas ha sido musicalizada por las figuras más diversas, como una suerte de continuidad a ese manifiesto inconcluso. “Canto, qué mal me sabes/cuando tengo que cantar/ espanto/ Espanto como el que vivo/como el que muero/ espanto”, reza su tramo más rotundo. Un puñado de versos facturados el 15 de septiembre de 1973.

En esa jornada, y tras pasar casi cuatro días en el reducto de Estación Central junto a otras mil personas de la UTE, los detenidos fueron informados de la liberación de dos de ellos. Fue el instante que aprovecharon para escribir recados de supervivencia que serían entregados a sus familias. “Los escritos decían que estábamos bien y tenían los teléfonos de nuestros cercanos. Cuando estábamos en eso, Víctor me pidió la libreta que yo tenía. Se puso a escribir, pero de pronto llegaron dos conscriptos, se lo llevaron y fue la última vez que lo vimos. Ahí soltó las hojas y yo me quedé con ellas”, sigue el ex funcionario de la UTE, detallando las últimas horas del artista, ya que su fallecimiento se estima entre el 15 y el 16 de ese mes.

Luego, los presos del Estadio Chile fueron trasladados al Nacional. Ahí, Navia se había olvidado de su libreta, hasta que una petición de los soldados para que anotaran sus nombres lo hizo sacarla de su bolsillo y descubrir, por primera vez, que Jara nunca escribió una nota de tranquilidad para su esposa: ahí estaba el poema Estadio Chile.

Por sugerencia del senador comunista Ernesto Araneda, el jurista hizo dos copias en dos cajetillas de cigarros Hilton. Se quedó con la original, pero las dos restantes se las entregó a un estudiante y a un médico que quedarían libres en las horas siguientes. Ambas réplicas las tituló con el nombre de “Víctor Jara”. Un acto temerario, pero equivocado: a la hora de la revisión, los militares detectaron el papel en manos del universitario, vieron el encabezado y lo obligaron a delatar su procedencia. El veinteañero apuntó a Navia, quien se había ocultado el poema en la suela de sus zapatos. Tras interrogarlo con golpes eléctricos, los hombres del Ejército le confiscaron la composición.

Eso sí, el tercer eslabón había vencido. El doctor salió sin mayores sospechas y logró llevar a la luz pública el grito visceral de Estadio.... Hasta hoy, los involucrados no han logrado identificar quién fue el profesional que selló el plan. De hecho, el abogado Nelson Caucoto, quien lleva la causa del crimen del artista, dice que el proceso tampoco ha logrado detectar al protagonista final. Un anonimato que asoma lógico: durante los 17 años de la dictadura, difícilmente alguien se atrevería a confesar una operación que superaba lo permitido.

Pese a ello, los implicados coinciden que la copia con el escrito siguió una ruta evidente: llegó a manos de dirigentes comunistas que por esos días iniciaban su vida en la clandestinidad. A partir de ahí, todos los movimientos se concentraron en sacarlo hacia el extranjero. Uno de los primeros en recibirlo fue una organización guerrillera peronista de Buenos Aires y que llegó hasta una radio para entregarle una copia, ya mecanografiada, al fallecido periodista chileno Camilo Taufic, relato que entregó en 2006 al diario La Nación.

Luego, el profesional lo incluyó en su libro Chile en la hoguera, editado en 1974, difundido de manera clandestina en Santiago y convertido en la primera plataforma que reveló su existencia. De hecho, gracias a ese texto, Navia, el enlace inicial de toda la cadena, se enteró que Estadio... había sido rescatado.

Las mismas cúpulas clandestinas le cedieron otra copia a un grupo de mujeres integrado por María Julia Pérez, Rayen Méndez y Eliana Rahal, esposas de los músicos de Quilapayún que partieron al exilio en octubre de 1973 y que guardaban la misión de liberar el escrito hacia Europa. Según Eduardo Carrasco, líder del grupo, el manuscrito llegó hasta París camuflado en una cápsula de remedio. Ahí se lo obsequiaron a Joan Jara, quien luego se encargó de expandirlo a través de algunas figuras públicas.

Una de las primeras fue Pete Seeger, héroe del folk norteamericano que lo musicalizó en el evento Friends of Chile Benefit Concert, realizado en Nueva York en 1974 y que fue en ayuda de las víctimas de la dictadura. De hecho, Seeger fue el primero que lo llevó al disco en su álbum Banks of marble and other songs, de 1974. Desde ahí, lo ha cantado en casi todos sus shows.

La urgencia era la misma entre los músicos chilenos y los primeros en registrarla fueron la banda Tiemponuevo -adscrita a la Nueva Canción Chilena- en su trabajo Dit is Tiempo Nuevo, de 1976, grabado en Holanda y donde participa Payo Grondona. Isabel Parra hizo lo propio años más tarde con una estremecedora versión a capella. Aunque el Golpe era un drama reciente, el canto final de Víctor Jara había logrado perpetuarse.

Fuente: La Tercera

Tomado de Red Diario Digital

A continuación el documental de la periodista Carmen Luz Parot: