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lunes, 5 de septiembre de 2011

La prudencia china frente a la temeridad americana


Publicamos este interesante artículo del autor David Gosset que es director del Centro Euro-China de Relaciones Internacionales y Negocios CEIBS, Shangai y Pekín, y fundador del Foro Euro-China, el cual nos acerca a comprender de algún modo como utiliza China su poder en el ámbito de la geopolítica internacional:

Cuando hace exactamente 70 años, el magnate editorial estadounidense Henry R Luce (1898-1967) anunció del comienzo del "Siglo Americano", anticipó correctamente la preeminencia de los Estados Unidos después de la Segunda Guerra Mundial, pero sobrestimó la duración de la Pax Americana.

Irónicamente, Luce, que pasó 15 años de su juventud en China, habría estado mucho más en su propia casa en el siglo XXI, en el que la globalización es cada vez más “sinización” que americanización.

El contraste entre la erosión del poder estadounidense y el ascenso de Pekín se hizo presente cuando, durante su visita a China, el vicepresidente norteamericano Joe Biden se vio obligado a abordar las preocupaciones de los chinos "escépticos sobre las perspectivas de futuro de Estados Unidos" en los términos utilizados en su discurso de Chengdu. Tres semanas después, en enconados debates en el Congreso de EE.UU. sobre el límite de la deuda y la degradación posterior de la calificación crediticia estadounidense por parte de Standard & Poor's, Biden tuvo que repetir que "los Estados Unidos, que nunca han incumplido, nunca incumplirán".

Obviamente, la retórica defensiva de Biden no podía ocultar los problemas a largo plazo de un país que se ha visto tristemente paralizado por una clase política provinciana y miope, incapaz de hacer frente a la adicción a la deuda y de resolver la contradicción de un militarismo que no da más de sí y los grandes intereses financieros del complejo militar-industrial. Mientras el mundo cuestiona cada vez más la credibilidad de Washington, la credibilidad de Pekín va en aumento y, ante los ojos de muchos analistas, la prudencia de China equilibra la irresponsabilidad de Estados Unidos...


A pesar de la incertidumbre financiera global, China tiene más de 3 billones de dólares en reservas y una economía en constante expansión. Hay planes para construir 221 ciudades de más de 1 millón de habitantes para el año 2025 y ocho ultramodernas megaurbes de más de 10 millones de habitantes. El país tiene tres compañías en el top 10 del Fortune Global 500 - tantas como Estados Unidos -, ha lanzado su primer portaaviones y tiene en marcha un programa espacial de los más ambiciosos del mundo. Obviamente, el poder duro de Pekín se está desarrollando a un ritmo impresionante.

"Conocimiento, Redes y Naciones", un estudio reciente de la Royal Society, la Academia Nacional de Ciencias del Reino Unido, llegó a la conclusión de que en 2013 China superará a los EE.UU. en volumen de publicaciones científicas.

La renovación de China no consiste sólo en un progreso cuantitativo súper rápido, sino que también está determinada por un aumento de su influencia cualitativa a nivel global. Uno advierte fácilmente las señales de la occidentalización de China, pero el abrazo de China a la modernidad también es sinónimo de achinamiento de la aldea global.

Estos tiempos son aptos para proyectar mundialmente una narrativa de China a través de los cada vez más sofisticados medios de comunicación social, y mientras China promueve el mandarín en más de 300 institutos Confucio en todo el mundo, también atrae cada vez más estudiantes extranjeros a sus universidades.

Contando con líderes de opinión, como Zhang Weiwei o Eric X Li, que están igualmente a gusto en Occidente y en la Chinosfera, así como con expertos altamente competentes en posiciones estratégicas internacionales - tales como Zhu Min, el nuevo subdirector gerente del Fondo Monetario Internacional, o Lin Yifu, Vicepresidente Senior del Banco Mundial - China también está fortaleciendo rápidamente su poder blando.

Siguiendo el trabajo del intelectual estadounidense Joseph Nye, para los analistas es habitual limitar el debate sobre la fuerza nacional entre poder duro y blando, con una combinación que supone la formación del "poder inteligente". Sin embargo, los patrones de la transformación de Pekín invitan a una ampliación de estas reflexiones para considerar una tercera dimensión del poder, el "poder sutil", que en cierta medida es la aplicación de algunos de los más elevados principios filosóficos de China en el campo de la estrategia.

Menos espectacular que el poder duro, más intangible que el poder blando, el poder sutil pretende conformar un contexto que maximiza la eficacia de las dos dimensiones tradicionales de poder. Mientras el poder duro actúa directamente - incluso por la fuerza - para imponerse y el poder blando atrae y recoge, el poder sutil establece el entorno en el que el poder duro y el poder blando pueden producir efectos óptimos.

La extraordinaria capacidad de China para contextualizar prepara a los principales responsables del país – ciertamente, al nivel del Grupo Líder Reducido de Relaciones Exteriores del Partido Comunista de China - para tener un enfoque holístico de los asuntos mundiales. Esto no debe interpretarse como una negativa a adoptar una posición clara sobre ninguna cuestión en particular, sino que debe entenderse como la prudencia de considerar cuidadosamente cómo las acciones en un tema concreto pueden afectar al equilibrio de todo el sistema. Mientras el poder duro y blando analiza y selecciona los casi interminables componentes individuales del juego del poder global, el poder sutil aprehende sintéticamente sus interacciones.

La eficacia del poder sutil radica en la interacción permanente de cinco elementos. En primer lugar, atribuye un gran valor a la no confrontación. La habilidad de Pekín en el desarrollo de una diplomacia multidireccional activa y para evitar la oposición innecesaria no sólo proporciona oportunidades para satisfacer las necesidades de desarrollo de China, sino que también eleva el estatus del país.

Siendo capaces de, por ejemplo, mantener buenas relaciones tanto con Irán como Israel (Chen Bingde, jefe de personal del Ejército Popular de Liberación, fue recientemente invitado de Benny Gantz, su homólogo israelí), así como con Teherán y Riad, Pekín se percibe cada vez más en Medio Oriente como un factor de estabilidad y distribución de poder.

Al tener relaciones simultáneas con Corea del Norte, Corea del Sur y Estados Unidos, Pekín se encuentra en el centro del futuro del Noreste de Asia. Es revelador que, a finales de julio, Ma Xiaotian, Subdirector de Estado Mayor del Ejército Popular de Liberación (EPL) fuera a Seúl para reforzar la cooperación militar con la República de Corea (Corea del Sur) y, varios días después, una flotilla de la Armada del EPL realizara una visita amistosa a la República Democrática Popular de Corea (Corea del Norte).

En segundo lugar, el poder sutil se asocia siempre que sea posible con la no injerencia. Al oeste, China limita con Kirguistán y Tayikistán, dos países relativamente pequeños (5,5 y 8 millones de habitantes, respectivamente), pero Pekín no intenta de imponer en esos Estados, nuevos y frágiles, orientaciones macroeconómicas o políticas.

Compartiendo Afganistán y la provincia China de Xinjiang 76 kilómetros de frontera, son los Estados Unidos y la Organización del Tratado de Atlántico Norte los que se encuentran atrapados en el pantano afgano. Cuando los dirigentes soviéticos decidieron invadir Afganistán en 1979, ejemplificaron un uso contraproducente de poder duro y su desprecio del poder sutil socavó el posicionamiento a largo plazo de la Unión Soviética.

La actitud de no confrontación y el principio de no injerencia son consistentes con una política de independencia estratégica, cuyo objetivo es, más que la búsqueda de alianzas, la disminución del riesgo de crearse enemigos.

Se podría etiquetar, erróneamente, como aislacionismo la política china de no injerencia - si se sostuviese que el aislacionismo es lo contrario del intervencionismo. Sin embargo, el aislacionismo y el intervencionismo, lejos de ser mutuamente excluyentes, son de hecho expresiones del mismo espíritu propagandista – consistiendo el aislacionismo en intervencionismo frustrado. China, que nunca ansió convertir al mundo a sus normas y creencias, no tiene la idiosincrasia de un cruzado decepcionado.

En otras palabras, es la ausencia en China de una cultura misionera, lo que explica fundamentalmente la insistencia de Pekín en la no injerencia.

En tercer lugar, el poder sutil contiene una permanente disposición al cambio. Los recientes virajes de Pekín en relación con Sudán pueden verse como una ilustración de este punto. A pesar de sus fuertes vínculos con Jartum - el presidente de Sudán, Omar al-Bashir, mantuvo conversaciones en Pekín a finales de junio – el ministro de Relaciones Exteriores de China, Yang Jiechi, visitó Juba sólo un mes después de la declaración de la independencia de Sudán del Sur – fue el primer ministro de asuntos exteriores representando a uno de los miembros permanentes del Consejo de Seguridad.

En Libia, la ágil diplomacia de Pekín también está trabajando. Varias horas después de la entrada de los rebeldes en Trípoli, el Ministerio de Relaciones Exteriores chino explicó en un comunicado que "China respeta la voluntad del pueblo libio y quiere desempeñar un papel positivo en la reconstrucción de Libia junto con la comunidad internacional".

En marzo, el tono de China fue diferente cuando condenó enérgicamente a Occidente por su asalto a las fuerzas de Muammar Gaddafi, aunque con el importante matiz de que Pekín no bloqueó la resolución 1973 del Consejo de Seguridad que autorizó los ataques aéreos – votando así lo mismo que Brasil, Rusia, India y Alemania.

La moderación debe considerarse como la cuarta característica del poder sutil. Cuando el estadista norteamericano Henry Kissinger evoca la Guerra chino-vietnamita de 1979 en su magistral Sobre China, señala: "Al igual que en la Guerra chino-india [Octubre-Noviembre de 1962], China ejecutó un limitado ataque 'de castigo' inmediatamente seguido por una retirada". En términos más generales, Pekín es consciente de que la capacidad de auto-limitar y evitar cualquier tipo de exceso – incluyendo aventuras militares innecesarias - es a largo plazo la condición para preservar su fuerza relativa.

En contraste con la dinámica histórica de Europa, una de las principales tendencias de la civilización china ha sido siempre el esfuerzo para unificar el mundo chino. Bajo esta perspectiva, el futuro de Taiwán es – junto con la integridad territorial de la República Popular de China - uno de los asuntos más importantes para el liderazgo de Pekín.

Aunque ambas partes siguen técnicamente en guerra, 1,6 millones de chinos continentales visitaron la isla en 2010, inyectando más de 3.000 millones de dólares en la economía de Taiwán. Como cabe esperar, Pekín reacciona con duras declaraciones cuando considera que Estados Unidos está interfiriendo en los asuntos internos de China, pero la política de la parte continental sobre Taiwán ilustra también el uso de la moderación por parte de Pekín.

De hecho, cuanto más poder tiene la parte continental para aislar a la isla - con su formidable fuerza financiera, económica y diplomática - más opta por el uso del poder sutil para conformar un marco compatible con su objetivo estratégico general. Como discípulos de Sun Tzu, los estrategas de Pekín tienen en cuenta que los mejores generales prevalecerán sin luchar, sólo los menos expertos tienen que atravesar la niebla de la guerra.

La ambigüedad es la quinta señal de poder sutil. Ahmet Davutoglu, un destacado académico y desde el año 2009 ministro de Exteriores turco, en Profundidad Estratégica, analiza las ventajas geopolíticas de Turquía y desarrolla el punto de vista de la "política de cero problemas", que en apariencia tiene cierta similitud con la postura de no confrontación de China.

Sin embargo, las recurrentes referencias de Davutoglu a la historia en una serie de discursos y entrevistas de los medios de comunicación han producido cierto malestar en Turquía y más allá - incluso en Washington, como demuestran algunos de los cables de WikiLeaks - con la percepción de que Ankara se está deslizando gradualmente de la kemalista autocontención hacia una ofensiva neo-otomana en política exterior.

Mientras que la administración de Erdogan utiliza grandes enunciados teóricos, China no promete de forma explícita volver a conectar con una perdida "profundidad estratégica" y no está obsesionada por la conceptualización de su política exterior. Poder sutil es también el cultivo de la ambigüedad y la vaguedad que con demasiada frecuencia son malinterpretadas como misterio y oscuridad.

Y, en una época en que la tecnología obliga a las cancillerías a practicar una diplomacia sin secretos - es ingenuo suponer que los ordenadores o los dispositivos de comunicación son absolutamente seguros - el valor de la imprecisión intencionada aumenta considerablemente.

En ese sentido, el propio intento de definir el poder sutil es casi contradictorio en sí mismo, no se trata de un conjunto de reglas o procedimientos predeterminados para seguir de forma mecánica, sino del arte de crear un contexto favorable. No es una autoproclamación de indispensabilidad, superioridad o grandeza, sino la capacidad para mantener la centralidad en una configuración que cambia constantemente. La expresión "País Medio" se refiere sin duda a un lugar geográficamente fijo y determinado, pero también puede interpretarse como una posición ganada por movimientos estratégicos inteligentes en la dinámica complejidad del juego del poder.

En lugar de en sus complacientes letanías sobre lo que percibe como imperfecciones esenciales de China, Occidente debería centrarse seriamente en lo que podría aprender de los matices del poder sutil de Pekín. En cierta medida, es un Occidente relativamente achinado y una China razonablemente occidentalizada, y sus constantes interacciones, lo que podría constituir una fuente infinita de sinergias para la humanidad.

El poder sutil, que congenia profundamente con la cultura china, conlleva el tradicional énfasis chino en la moderación y la paz encarnados en el carácter “he 和” o armonía, y, como tal, es compatible con la idea de que una importante redistribución del poder, no necesariamente tiene que surgir del desastre de las guerras.

Posiblemente, la mala interpretación de Estados Unidos sobre las intenciones estratégicas chinas podría ser en el futuro cercano la principal fuente mundial de tensiones. Sin embargo, una mirada desapasionada al modo de actuar de China revela un esfuerzo noble y legítimo: mientras Pekín construye suficiente poder duro para defender sus más de 22.000 km de fronteras terrestres compartidas con 14 países, mientras trabaja para adquirir los medios para proteger su energía, materias primas o suministro de alimentos, el país más poblado del mundo está fundamentalmente comprometido con el poder sutil de la no confrontación, la no injerencia y la moderación en el camino de un renacimiento pacífico.

(Copyright 2011 David Gosset.)

Artículo en inglés