Cartel soviético que alude al internacionalismo proletario
“Revolucionarios” monárquicos contra una “tiranía islámica” que ha reivindicado a la mujer libia.
Es curioso: los “revolucionarios” libios que se oponen a Gaddafi y la Jamahiriya o Estado del Pueblo, levantan la bandera de la monarquía; y los defensores de la “tiranía” levantan la bandera de la democracia directa y el Estado del Pueblo. Pero ya hay quien incluso ha llegado a comparar lo que hoy sucede en el mundo árabe con el derrocamiento del Zar ruso en febrero de 1917, que precedió el triunfo de la primera revolución socialista en la historia, en el mes de octubre de ese año (quizás porque al momento de emitirse tan temeraria opinión no había sucedido lo de Libia, donde una de las reivindicaciones contra Gaddafi es la restauración de la monarquía, todo lo contrario al caso de Rusia que aquí se ha mencionado; aparte de que las rebeliones se están dando no precisamente contra las monarquías árabes, sino contra las autocracias y en el caso libio, contra el Estado del Pueblo que es precisamente la negación de toda autocracia, razón por la cual es precisamente que los opositores libios más bien reivindican la monarquía absolutista); pero no conformes con esto, ciertos apologistas de las revueltas árabes pronostican un posible octubre árabe este año, olvidando entre otras cosas el detalle de que no existe una vanguardia organizada que pueda convertir en revoluciones las situaciones realmente revolucionarias que se han presentado en países como Túnez y Egipto (habiendo sido precisamente el análisis de la situación revolucionaria y de la necesidad de la vanguardia para convertir dicha situación en revolución, el principal aporte que hiciera a la teoría revolucionaria el líder de la revolución de octubre en Rusia, Vladimir I. Lenin); y es casi imposible que esa vanguardia aparezca en tan poco tiempo o incluso, en un plazo suficientemente breve como para que no haya pasado ya el momento apropiado de promover los cambios necesarios. Nunca como esta vez, he tenido más deseos de estar equivocado; pero casi nunca he estado tan convencido de tener la razón...
¿Contra qué se han rebelado los opositores al régimen libio, que levantan la bandera de la monarquía? Libia es el país con el mayor ingreso percápita de África, con un sistema de justicia social instalado desde el triunfo de la Revolución bajo el liderazgo de Muammar Gaddafi en 1969; es el país islámico en el que las mujeres se encuentran en mejor situación, que son respetadas y consideradas como seres humanos (lo cual no impide a ciertas “feministas” de por aquí atacar con virulencia al gobierno libio); se ha promovido una política modernizadora que ha contrarrestado considerablemente la cultura tribal y entre otras cosas más, ha defendido la secularidad del Estado. ¿Piden la renuncia de Gaddafi? Renunció hace muchos años, y por eso no tiene ningún cargo. A lo que no podía ni puede renunciar es a tener el liderazgo del proceso revolucionario y democrático libio, razón por la cual el gobierno delega en él la representación del país a nivel mundial.
Es llamativa la coincidencia que en el caso libio se da entre la ultraizquierda, el reformismo y la derecha en contra de Gaddafi. La ultraizquierda condena a Gaddafi, y los gobiernos reformistas y de derecha en Europa aplican sanciones contra Libia, tomando partido en la guerra civil que allí tiene lugar al bloquear la adquisición de armamentos y municiones por parte del gobierno libio. Hay una guerra civil, y todos los muertos en combate de ambas partes son contabilizados como masacrados por Gaddafi. Una cosa es no estar de acuerdo con ciertas políticas y teorías de Gaddafi, o con su estilo de hablar, de vestirse o de peinarse; o considerarlo incluso, un loco (tal como se le ve desde una visión ideocéntrica occidental). En tal caso, lo prudente es en última instancia, no pronunciarse. Pero unirse al coro de la reacción mundial en contra de quien sea, es el mayor acto posible de indecencia para cualquiera que pretenda ser revolucionario.
Libia es, por eso mismo, un buen parámetro ideológico para diferenciar a quienes son de izquierda por ser revolucionarios como una opción de vida, y quienes son de izquierda como alguien podría preferir las novelas de espionaje a las de ciencia-ficción, lo cual no es condenable, por supuesto; pero sirve para saber quién es quién y hasta qué consecuencias es capaz de llegar en la defensa de las ideas revolucionarias; y sobre todo, qué autoridad moral tiene para hablar de revolución.
Carlos Fonseca es secretario adjunto de relaciones internacionales del FSLN