Jose Durao Barroso, ex Primer Ministro de Portugal y actual Presidente de la Comisión Europea ha advertido a los sindicatos y movimientos populares de Europa que si no aceptan los paquetes neoliberales de austeridad, podrían instalarse dictaduras militares en España, Grecia y Portugal.
Barroso, el más alto funcionario del ejecutivo europeo, “nos traumatizó con una visión apocalíptica del colapso de democracias en Europa debido a su situación de endeudamiento”, recuerda John Monks, Secretario General de la Confederación de Sindicatos de Europa (ETUC). Su mensaje “fue tajante: si no se implantan los paquetes de medidas de austeridad, en esos países podría desaparecer la democracia como la conocemos actualmente. No hay otra alternativa.”
La burguesía europea plantea, en otras palabras, un ultimátum al movimiento obrero y popular: paguen sumisamente los costos de la crisis que el gran capital ha causado, o se los hacemos pagar por la vía de la bota militar. En lenguaje político: si ofrecen resistencia a la reducción de su nivel de vida pasaremos de la dictadura burguesa velada (democracia representativa) a la dictadura burguesa abierta...
La amenaza es real por varias razones. En primer lugar, por el status del emisor del mensaje. Barroso es el más alto funcionario del Estado regional europeo y, por lo mismo, el capo di capi visible de su clase política. En segundo lugar, por el status de los receptores del mensaje, la European Trade Union Confederation (ETUC). Finalmente, por el hecho, de que las dictaduras militares desaparecieron apenas hace unos treinta años de estos países. La dictadura falangista en España duró formalmente de 1936 hasta 1978; la última dictadura militar en Grecia (G. Papadopoulos) de 1967 hasta 1975 y la dictadura portuguesa de Salazar sobrevivió de 1932 hasta 1974. Reinstalar el terrorismo de Estado en la periferia sureña de la Unión Europea ---sea en forma abierta como en Grecia en 1967 o en Honduras en el 2010, o en forma encubierta como en Colombia--- para proteger las disfuncionales relaciones de producción capitalistas y los intereses de los poderosos, no será ningún problema en un continente, cuya clase dominante inventó el fascismo, el falangismo y el nacionalsocialismo. Y en cuya cuna de modernidad, Francia, el gobierno (Pompidou-de Gaulle) rodeó el 29 de mayo de 1968 Paris con los tanques del Ejército francés, para romper el paro general de obreros y estudiantes, si fuese necesario.
La amenaza de usar la violencia del Estado contra la resistencia de los pobres se complementa con un reporte de Merrill Lynch-Capgemini que informa que los ricos del mundo se hicieron aún más ricos en la peor crisis capitalista mundial desde la Gran Depresión de los años treinta. El número de millonarios en el mundo subió el año pasado a diez millones (+ 17%), que juntos representan una riqueza total de 39 billones de dólares. De esos plutócratas, 2.87 millones viven en Estados Unidos; 1.65 millones en Japón; 861,000 en Alemania y 477,00 en China.
La lectura de ambas informaciones ---la advertencia de Barroso y el perverso aumento de la riqueza de los plutócratas en tiempos de severa crisis económica mundial--- no deja duda alguna sobre el carácter de clase del capitalismo que vivimos y sus sujetos principales, las grandes burguesías. Si fuera necesario volver a establecer campos de concentración para proteger las ganancias, como en los años treinta, esos sujetos volverían a establecerlas.
Para las mayorías y los intelectuales críticos la lección es igualmente clara. Es preciso emular la actitud del movimiento obrero e intelectual europeo de 1847. Cuando en 1847 quedó evidente que 1848 iba a ser un año de grandes convulsiones sociales y políticas, la vanguardia europea encargó a Marx y Engels redactar un Programa Regional de Acción, que orientara a las mayorías en la defensa de sus legítimos intereses. Ese programa de alternativas estratégicas y medidas tácticas, fue el “Manifiesto Comunista”.
Hoy día conocemos el Modo de Producción del Socialismo del Siglo XXI ---planeación democrática, valor de trabajo y principio de equivalencia--- y su superestructura política (Ueberbau), la democracia participativa. Lo que nos falta, a diferencia de 1847, son sindicatos e intelectuales con conciencia de clase y teoría crítica. Por eso, las mayorías europeas se encuentran sin defensas ante la amenaza “apocalíptica” del terrorismo de Estado burgués que su más alto funcionario acaba de lanzar.
Heinz Dieterich
Tomado de laRepública.es