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jueves, 25 de febrero de 2010

Documental "Marinaleda: El sueño de la tierra".

Marinaleda: El sueño de la tierra (España, 2007, color, 90 min) de Eva Abad y Pablo García Cabrera, nos habla de la toma del Cortijo El Humoso por parte de los jornaleros de Marinaleda, de la lucha de más de 30 años de los jornaleros de Andalucía, del Sindicato de Obreros del Campo (S.O.C), de sus logros y del momento presente.



La utopía se conquista

Juan Manuel Sánchez Gordillo, Alcalde de Marinaleda.

Al final del franquismo tuvimos un sueño: que la tierra fuera de quien la trabaja, dando lugar al pleno empleo. Aquel sueño fue calificado por los grandes terratenientes y sus medios de comunicación de lunático y descabellado. A nosotros no se nos encogió el ánimo ni nos paralizó el pesimismo y comenzamos a construir la utopía, un reto difícil...

En 1977 fundamos el Sindicato de Obreros del Campo que dio lugar, en torno al problema del paro, a una práctica asamblearia que nos permitiría discutir y decidir nuestras movilizaciones. Así, pusimos en marcha la primera ocupación de fincas tras la II República y provocamos una huelga de hambre contra el hambre que duró trece días y contó con setecientas personas para reivindicar mejoras en el subsidio de desempleo y la repoblación forestal de la Sierra Sur de Sevilla y de toda Andalucía. Por supuesto, fuimos expulsados a golpes por la Guardia Civil.

Democracia política. En 1979 conseguimos el Ayuntamiento al obtener la mayoría absoluta, que conservamos hoy. Nos presentamos por el Colectivo por la Unión de los Trabajadores, organización política que creamos porque no nos gustaba ninguno de los otros partidos. Puesto que "el poder no es neutro" y que "el poder que sirve para oprimir no puede servir para liberar", nuestro Ayuntamiento sería de clase, portavoz de los sin voz, herramienta de subversión. Por eso, ocuparía fincas con los jornaleros o establecería un sistema de impuestos –los más baratos de Andalucía- discutidos en asamblea.

Participación. Constituimos la Asamblea General como el órgano central de las decisiones, ya fueran sindicales o políticas. En estas asambleas –unas cien al año- decidimos los impuestos, el presupuesto, el reparto de viviendas y las movilizaciones u ocupaciones a realizar. Las Asambleas Generales se han convertido en un parlamento obrero, un Gobierno de los trabajadores donde se fijan las directrices que nos permitan superar los retos que se nos presentan. También hacemos asambleas por barrios.

Venimos celebrando presupuestos participados desde 1984. Los presupuestos se escriben en cartelones que paseamos por las calles para discutir con cada vecino lo que tiene que gastarse. Terminado el recorrido se convoca Asamblea General y quien acude tiene derecho a voz y a voto y a aprobar o rechazar el presupuesto.

También son participación práctica y solidaria los domingos rojos, reuniones de vecinos que trabajan gratis en arreglos de calles, limpieza de jardines, ayuda a otros vecinos que construyen sus casas o colaboración con las recientes cooperativas agrícolas o industriales.

Todos los concejales son elegibles y revocables por la Asamblea General y han firmado un documento por el que se comprometen a "ser los primeros a la hora de la lucha y de los sacrificios y los últimos a la hora del beneficio". Ningún concejal ni, por supuesto, el alcalde cobran por ejercer sus funciones.

Democracia económica. Marinaleda hace siete años era un pueblo de tres mil habitantes, jornalero y situado en la Andalucía profunda donde tan solo se trabajaba un mes o dos en la recogida de la aceituna y el resto del tiempo la gente tenía que vivir de la emigración y del subsidio de desempleo, una limosna que da el Gobierno por la ridícula cantidad de 120 euros por persona y mes.

Así, nos dimos cuenta de que la democracia política no sirve sin democracia económica. Nuestro drama estructural era el paro. ¿Cómo acabar con este cáncer? La única manera era conseguir la tierra ¿Quién era el que tenía la tierra? El Duque del Infantado, cuatro veces grande de España y amigo de la monarquía borbónica. ¿Qué hacemos? Pues quitarle la tierra. Porque la tierra no es de nadie. La tierra es un don de la naturaleza como el agua o el aire, que no puede ser tenida por nadie para su enriquecimiento privado o como un botín sino que ha de ser propiedad colectiva de quien la habita y trabaja: nos fuimos a ocupar el cortijo El Humoso cientos de veces durante más de nueve años. Huelga de hambre. Manifestaciones. Paralización del AVE (tren de alta velocidad). Ocupaciones del Banco de España y del Aeropuerto Internacional de San Pablo... y cuantas acciones se nos vinieran a la imaginación.

Hoy el duque ya se ha marchado a empujones y las tierras son de los jornaleros en paro de Marinaleda. ¿Qué ha significado que los jornaleros posean el medio de producción tierra? Que ya no dependemos de los terratenientes para poder comer, que hemos acabado con el paro, pasando al pleno empleo, que hemos acabado con el tren terrible de la emigración, que la riqueza que creamos los obreros con nuestro trabajo vuelve a las manos colectivas de los obreros: una liberación de siglos.

Pronto nos dimos cuenta de que tener tierra no era suficiente y echamos mano a la industria. Hemos creado industria agroalimentaria de pimiento de piquillo, de alcachofa, habas, aceite y aceitunas. Esto nos ha permitido quedarnos con el valor añadido, crear más empleo y otro sueño: "la industria para quien la trabaja".

Las 1.200 hectáreas que explotamos y sus correspondientes industrias funcionan colectivista y solidariamente: no hay reparto individual de beneficios, que se reinvierten en crear más empleo para la comunidad trabajadora de Marinaleda y la comarca, porque nuestra apuesta va hacia la comuna.

Democracia social. Pero nos dimos cuenta de que teníamos otras necesidades: había viviendas en nuestro pueblo donde vivían dos y hasta tres generaciones. Había que construir viviendas pero no disponíamos de suelos. Municipalizamos, expropiamos y compramos suelo. Nos movilizamos y conseguimos el proyecto urbanístico que queríamos. Hemos hecho 350 viviendas de autoconstrucción en las que el Ayuntamiento cede gratuitamente el suelo al autoconstructor, le regala los materiales y le pone los albañiles gratis y el autoconstructor pone su trabajo. Los autoconstructores codeciden con los arquitectos el modelo de vivienda. Luego se reúnen en asamblea cada quince días para ir corrigiendo errores o rectificando aspectos que no les gusten de su vivienda. Son también los autoconstructores los que, reunidos en asamblea, se reparten las viviendas y fijan la tasa mínima, que en las últimas casas ha sido de 15 euros al mes.

También es importante el servicio a domicilio para nuestros ancianos. Un grupo de diez mujeres visita y atiende, de manera gratuita, a las personas mayores que viven solas o están enfermas para hacerles la comida, la limpieza de la casa o darles compañía porque pensamos que una comunidad si es ética tiene que tener respeto a los más ancianos o débiles.

También son significativas las fiestas, a finales de julio. La feria se aborda de manera autogestionaria. Doscientos camareros y camareras y doscientos cocineros y cocineras trabajan gratuitamente dos de los cuatro días que duran nuestras fiestas para que la alegría sea un derecho efectivo también para los que no tienen dinero. La entrada es gratuita y las actuaciones pueden disfrutarlas todos sin distinción. Desde esta generosidad colectiva se anuncia el ser humano nuevo que pretendía el Ché.

En cuanto al ocio, hemos apostado por la ecología con un amplio parque natural, el deporte con instalaciones para fútbol, tenis, gimnasio, baloncesto y natación y zonas de esparcimiento con dos hogares para pensionistas.

Conclusiones. La utopía no es una quimera. Mediante la movilización popular podemos y debemos convertirla en realidad. Las reivindicaciones obreras deben ir por el acceso de los trabajadores a los medios de producción, ya que la plusvalía en empresas del pueblo es la única fuerza real para crear puestos de trabajo. La participación activa y recuperar poder político por parte del pueblo es imprescindible para enfrentarse al proceso de globalización que nos deja más indefensos a los expropiados de este planeta. La izquierda ha de ser optimista y situarse a la izquierda de lo posible para tener la audacia de anunciar resultados prácticos de experiencias concretas que visualicen la sociedad que queremos para pasado mañana. Sólo los pueblos que sueñan verán convertidos sus sueños en realidades tangibles que hagan posible que los derechos humanos estén en los bolsillos y almas de los más pobres.

Tomado de Canarias Insurgente