Juan Manuel Olarieta
"Los bancos y el crédito se convierten en el medio más poderoso para empujar a la producción capitalista a salirse de sus propios línmites y en uno de los vehículos más eficaces de las crisis y la especulación" (Marx, El Capital)
Tengo dos noticias, una buena y otra mala. Empezaré por la primera, la buena. Al estallar la crisis el capital financiero español partía con ventaja respecto al de otros países al contar con una regulación financiera que le obligó a crear un colchón de provisiones. Esa era su fortaleza frente al resto de la banca internacional. Esta buena noticia se complementa con otra, ya no tan buena: en octubre el gobierno aprobó una inyección de fondos por importe de 50.000 millones de euros, más otros 200.000 en avales, que se presentó en la televisión como dinero para prestar, a su vez, a los sufridos ciudadanos y que, como era de esperar, se destinó a tapar los agujeros de la propia banca.
La mala noticia es la siguiente: el 12 de octubre la agencia de calificación crediticia Moody’s presentó un informe en el que advertía que la banca española necesita provisionar 57.000 millones de euros adicionales para afrontar la crisis que, según la agencia, “aún no ha alcanzado su punto álgido”. En los próximos trimestres vamos a comprobar que un número significativo de bancos y cajas de ahorro, por fin, van a empezar a reconocer sus pérdidas.
Pero de momento nuestro capital financiero sigue jugando al escondite y realizando juegos malabares con la contabilidad. Para ocultar la bancarrota adoptan tres disfraces: fusiones de las cajas de ahorros, refinanciació n de los préstamos y canjeo de deuda por activos. Es una manera de retardar lo inevitable. En junio la ratio de morosidad se situaba en el 4,5 por ciento, pero habría superado el 7 sin artificios contables.
El objetivo del capital ya no es ganar dinero sino ganar tiempo. No pueden aspirar a otra cosa. Quizá luego sueñen con que pronto pase la crisis por arte de magia y se normalice el mercado hipotecario. Un diario económico asegura que no parece que estemos cerca de que eso ocurra. Las negociaciones que mantienen las entidades financieras con las propias promotoras para refinanciar la deuda aplazan el pago entre cuatro y cinco años, que es el periodo que estiman que se puede prolongar el parón en el sector inmobiliario.
Por de pronto, lo de que la crisis se solucione no se lo creen ni los propios buitres de las finanzas, que durante los primeros seis meses de este año han previsto dotaciones para insolvencias de 6.300 millones. Con toda seguridad hay un porcentaje de morosidad latente, dice el diario económico, y el margen para eludir el problema es cada vez más estrecho. En las próximas semanas nos anunciarán unas quiebras abiertas y otras encubiertas bajo la forma de fusiones.
Por cierto, el 23 de octubre acaba el plazo para que los los buitres interesados presenten ofertas para comprar la Caja de Castilla la Mancha, que fue intervenida en el mes de marzo. Para quien no se acuerde de los motivos de esa medida hay que recordarle que, entre otros, estaba la ocultación contable de unos 800 millones de pérdidas, es decir, lo mismo que está poniendo en práctica el resto del capital financiero.
Para que los bancos y cajas salgan del bache es imprescindible que la economía recuperara su ritmo de crecimiento porque tal y como marchan hoy las cosas las pérdidas se elevarán a 225.000 millones. Hablo con cifras muy modestas porque doy por sabido que casi dos tercios del crédito del capital financiero español está concentrado en el mercado hipotecario y la deuda de los promotores inmobiliarios supera los 300.000 millones de euros, una deuda imposible de cobrar por el hundimiento del sector. Veamos algunos datos:
- la caída de las ventas de pisos es hoy del orden del 50 por ciento
- la caída del precio de la vivienda alcanza al 14 por ciento respecto a diciembre de 2007
- desde diciembre de 2008 hasta agosto de este año las inmobiliarias más grandes no han construido vivienda libre
Pues bien, lo dicho hasta aquí es una nimiedad: el problema no es sólo del capital financiero sino del conjunto del país. Los últimos datos aportados por el Banco de España cifran en 1,68 billones el endeudamiento externo. La mitad gravita sobre los bancos y cajas de ahorros pero el resto se reparte entre la administración pública y los capitalistas privados.
Hay un empacho de todo. Los bancos tienen el 10 por ciento de los pisos sin vender, que son un millón. Pero sobre todo hay empacho de deudas o, como diría Marx, una crisis de sobreproducció n de capital: "El crédito acelera las explosiones violentas de esta contradicción que son las crisis, y con ellas los elementos para la disolución del régimen de producción vigente" (El Capital).
Tengo dos noticias, una buena y otra mala. Empezaré por la primera, la buena. Al estallar la crisis el capital financiero español partía con ventaja respecto al de otros países al contar con una regulación financiera que le obligó a crear un colchón de provisiones. Esa era su fortaleza frente al resto de la banca internacional. Esta buena noticia se complementa con otra, ya no tan buena: en octubre el gobierno aprobó una inyección de fondos por importe de 50.000 millones de euros, más otros 200.000 en avales, que se presentó en la televisión como dinero para prestar, a su vez, a los sufridos ciudadanos y que, como era de esperar, se destinó a tapar los agujeros de la propia banca.
La mala noticia es la siguiente: el 12 de octubre la agencia de calificación crediticia Moody’s presentó un informe en el que advertía que la banca española necesita provisionar 57.000 millones de euros adicionales para afrontar la crisis que, según la agencia, “aún no ha alcanzado su punto álgido”. En los próximos trimestres vamos a comprobar que un número significativo de bancos y cajas de ahorro, por fin, van a empezar a reconocer sus pérdidas.
Pero de momento nuestro capital financiero sigue jugando al escondite y realizando juegos malabares con la contabilidad. Para ocultar la bancarrota adoptan tres disfraces: fusiones de las cajas de ahorros, refinanciació n de los préstamos y canjeo de deuda por activos. Es una manera de retardar lo inevitable. En junio la ratio de morosidad se situaba en el 4,5 por ciento, pero habría superado el 7 sin artificios contables.
El objetivo del capital ya no es ganar dinero sino ganar tiempo. No pueden aspirar a otra cosa. Quizá luego sueñen con que pronto pase la crisis por arte de magia y se normalice el mercado hipotecario. Un diario económico asegura que no parece que estemos cerca de que eso ocurra. Las negociaciones que mantienen las entidades financieras con las propias promotoras para refinanciar la deuda aplazan el pago entre cuatro y cinco años, que es el periodo que estiman que se puede prolongar el parón en el sector inmobiliario.
Por de pronto, lo de que la crisis se solucione no se lo creen ni los propios buitres de las finanzas, que durante los primeros seis meses de este año han previsto dotaciones para insolvencias de 6.300 millones. Con toda seguridad hay un porcentaje de morosidad latente, dice el diario económico, y el margen para eludir el problema es cada vez más estrecho. En las próximas semanas nos anunciarán unas quiebras abiertas y otras encubiertas bajo la forma de fusiones.
Por cierto, el 23 de octubre acaba el plazo para que los los buitres interesados presenten ofertas para comprar la Caja de Castilla la Mancha, que fue intervenida en el mes de marzo. Para quien no se acuerde de los motivos de esa medida hay que recordarle que, entre otros, estaba la ocultación contable de unos 800 millones de pérdidas, es decir, lo mismo que está poniendo en práctica el resto del capital financiero.
Para que los bancos y cajas salgan del bache es imprescindible que la economía recuperara su ritmo de crecimiento porque tal y como marchan hoy las cosas las pérdidas se elevarán a 225.000 millones. Hablo con cifras muy modestas porque doy por sabido que casi dos tercios del crédito del capital financiero español está concentrado en el mercado hipotecario y la deuda de los promotores inmobiliarios supera los 300.000 millones de euros, una deuda imposible de cobrar por el hundimiento del sector. Veamos algunos datos:
- la caída de las ventas de pisos es hoy del orden del 50 por ciento
- la caída del precio de la vivienda alcanza al 14 por ciento respecto a diciembre de 2007
- desde diciembre de 2008 hasta agosto de este año las inmobiliarias más grandes no han construido vivienda libre
Pues bien, lo dicho hasta aquí es una nimiedad: el problema no es sólo del capital financiero sino del conjunto del país. Los últimos datos aportados por el Banco de España cifran en 1,68 billones el endeudamiento externo. La mitad gravita sobre los bancos y cajas de ahorros pero el resto se reparte entre la administración pública y los capitalistas privados.
Hay un empacho de todo. Los bancos tienen el 10 por ciento de los pisos sin vender, que son un millón. Pero sobre todo hay empacho de deudas o, como diría Marx, una crisis de sobreproducció n de capital: "El crédito acelera las explosiones violentas de esta contradicción que son las crisis, y con ellas los elementos para la disolución del régimen de producción vigente" (El Capital).